Tengo muchas historias paseando por mi cabeza. A veces, es difícil, mantenerlas a raya; por lo que las iré presentando en este rincón.
martes, 15 de diciembre de 2015
miércoles, 9 de diciembre de 2015
PRÓLOGO "HAZME REGRESAR"
Prólogo
Noche
de San Juan, 1999
Tres figuras adolescentes, dos chicos y
una chica, contemplaban la hoguera que habían encendido para celebrar el inicio
del solsticio de verano, una noche especial llena de energía.
Se cuenta que la acción del fuego purifica
y ahuyenta todo lo malo.
A sus dieciséis años, Babi, había vivido
el peor momento de su corta vida, la pérdida de sus padres le había dejado
totalmente desolada destruyendo su hermosa sonrisa.
La previsión de sus padres, había
facilitado estos horribles momentos, en su testamento dejaron estipulado, que
en caso de fallecer ambos, la custodia de su única hija recaería en sus mejores
amigos, Eduardo y Sarah.
Y ahora se encontraba junto a los hijos
de ambos, Fran y Quique, de diecinueve y diecisiete años, respectivamente,
quemando todo lo malo con un peculiar ritual, que sólo ellos compartían.
Unieron sus manos alrededor del fuego
con solemnidad, y cerrando los ojos, los tres murmuraron las siguientes
palabras.
Juntos,
Siempre
hasta morir…
Era la noche más maravillosa,
impresionante, increíble, perturbadora y mágica, la noche donde el espíritu del
fuego danza con las personas elevándolas a un estado espiritual sobrenatural.
El momento de despedir todos los malos
momentos vividos y de recibir todo lo nuevo que la vida nos deparase. Alejar de
nuestra vida todo lo negativo y abrir nuestra mente y corazón a todo lo
positivo.
Con este rito se pretende que la luz
gane a la oscuridad, que las tinieblas queden enterradas para siempre y que una
brillante luz nos acompañe iluminando todo lo bueno que existe a nuestro
alrededor.
Sentados frente al fuego, Babi, Quique y
Fran, tres almas inseparables realizaban su ritual particular…
…Por la amistad, sentados en círculo,
alrededor de la hoguera, con las manos entrelazadas, pidiendo que su amistad
sea perpetua, para siempre…
…Para alejar todo lo malo… ya en pie,
saltando por encima de la hoguera para dar paso a una nueva etapa, lejos de
suspensos o de regañinas de sus padres…
…Para encontrar el primer amor, esa
parte era la más dura del ritual, aunque era el comienzo del verano, la
temperatura descendía por las noches y el agua del mar aún estaba bastante
fría, pero para ellos aquello era como un reto, incluso les divertía.
En ropa interior salieron corriendo
unidos de las manos, Babi, escoltada entre sus dos guardianes, cuando
alcanzaron la orilla se soltaron para tirarse a las furiosas olas de espaldas,
con el único deseo de ahuyentar la mala suerte.
De repente, Babi fue arrastrada hacia la orilla, su
cuerpo estaba siendo centrifugado por una ola furiosa, hasta que unas sólidas
piernas se interpusieron en su camino.
Una fuerte mano tiró de ella alejándola
de aquel tropel húmedo, su anónimo
salvador no contó con su cuerpo ligero, lo que hizo que chocasen en un abrazo
fortuito que les hizo estremecer, ambos pensaron que era debido a la
temperatura del agua.
Unos intensos ojos azules se vieron
reflejados en dos grandes lagunas con tonalidades indefinidas, pero que
encajaban a la perfección en aquel hermoso rostro. Sintió que el deseo recorría
todo su joven cuerpo, sintió un latigazo desde la planta de sus pies hasta la
punta de los dedos de sus manos, al tacto con esa desconocida tibia piel que le
hizo temblar.
Sin pensarlo, atrajo a aquella hermosa
criatura, acercando sus labios a los de ella para depositar una suave caricia
que hizo que todo se evaporase a su alrededor, el mar dejó de rugir, los gritos
de sus amigos se extinguieron, y las llamadas angustiadas de Fran y Quique se
perdieron con el viento.
No quería que terminase, era su primer
beso y aunque debería haber huido del abrazo de aquel desconocido, se vio
envuelta en la más maravillosa de las experiencias. Una vez se quemó al tomar sol,
y la enfermera que le atendió en la Cruz Roja, le dijo que la piel perdona pero
no olvida, pues eso quería ella, no olvidar y que aquel beso quedase
inmortalizado en su piel a fuego.
–¡Babi! ¡Babi!
Las voces preocupadas de sus hermanos la
hicieron reaccionar, e igual que había aparecido en la vida de aquel desconocido,
se alejó corriendo entre las olas.
Sin poder apartar la vista sobre ella,
vio como dos siluetas masculinas se acercaron, por sus gestos, estaban
preocupados. El más alto comenzó a examinarla, en busca de cualquier indicio de
una lesión, mientras que el otro no dejaba de acariciar su melena, se notaba
que para ambos era muy importante.
Entre la luz, ya tenue, de las hogueras,
distinguió como aquella misteriosa sirena iba escoltada por sus celosos
guardianes; una ráfaga de viento, le acercó el sonido de sus voces recitando
una desconocida melodía.
Juntos,
Siempre
hasta morir…
sábado, 5 de diciembre de 2015
miércoles, 21 de octubre de 2015
lunes, 14 de septiembre de 2015
Portada y sinopsis de: "No sé vivir sin ti". A la venta el próximo 28 de octubre.
Estoy feliz y emocionada por anunciaros la oportunidad que me ha brindado Multiverso Editorial publicando mi primera novela "No se vivir sin ti".
Los que me habéis seguido en mi blog anterior y conocisteis a Mario y Paula, ya muy pronto podréis conocer el desenlace de su historia.
Gracias a todos.
Sipnosis:
Un suceso tormentoso hará que Paula salga huyendo a su país natal, México. Allí decidirá esconder su verdadera personalidad tras unas espantosas lentes y una ropa pasada de moda, todo ello para evitar que vuelvan a dañar su corazón. No obstante, una mirada dorada llenará de luz su vida de sombras, derribando todas las barreras que había creado a su alrededor.
Una trágica noticia obligará a Mario a regresar a casa y llevar junto a su hermano el negocio familiar, Tequila Vargas debía continuar con su buen nombre. En un momento doloroso conocerá a Paula y no comprenderá la fuerte necesidad que siente d estar junto a ella y descubrir los secretos que esconde tras esa apariencia gris.
Juntos tendrán que luchar contra la envidia, el rencor, la codicia, los celos y la traición. ¿Serán capaces de borrar el pasado, transformar el presente y atrapar el futuro?
lunes, 23 de marzo de 2015
HAZME REGRESAR – LA HISTORIA DE DAVID Y BABI
NOCHE DE SAN JUAN, JUNIO 1999
NO HA PASADO NI UN MES DESDE LA TRÁGICA MUERTE DE LOS PADRES
DE BABI EN UN MORTAL ACCIDENTE DE TRÁFICO. CON TAN SOLO 16 AÑOS, SE QUEDA HUÉRFANA, SOLA EN EL MUNDO, SUS PADRES AMBOS HIJOS ÚNICOS TAMBIÉN PERDIERON A
SUS PADRES MUY JOVENES.
SUS PADRES, DEJAN ESTIPULADO EN SU TESTAMENTO, QUE LA
GUARDIA Y CUSTODIA DE SU HIJA PASARÁ A SUS FIELES AMIGOS, EDUARDO Y SARAH.
ESA MÁGICA NOCHE BABI SE ENCUENTRA JUNTO A LOS HIJOS DE
ELLOS, QUIQUE Y FRAN, UNIDAS SUS MANOS, PIDIENDO QUE EL FUEGO ALEJE TODO EL MAL
Y QUE EL AGUA DEL MEDITERRÁNEO LES TRAIGA COSAS BUENAS A SUS VIDAS.
LA VIDAS DE BABI Y DAVID SE CRUZAN EN ESA NOCHE, AMBOS SE
ZAMBULLEN EN EL AGUA JUNTO A SUS AMIGOS, PARA CUMPLIR EL RITUAL, CUANDO UNA OLA
ARRASTRA A BABI A LOS BRAZOS DE DAVID.
ESTE LA AYUDA Y CUANDO FIJA SU MIRADA EN AQUEL ROSTRO TAN
BELLO CON ESA MIRADA TAN TRISTE QUEDA FASCINADO, Y SIN PENSARLO DOS VECES BESA
AQUELLOS INOCENTES LABIOS.
PARA BABI SERÁ SU PRIMER BESO, QUE NUNCA OLVIDARÁ.
¿VOLVERÁ EL DESTINO A JUNTARLES?
Víctor confiesa a Estela todos sus miedos en el capítulo 19
Estela estaba
ayudando a su esposo a acomodarse en la cama, ambos estaban nerviosos. Esta su conversación
pendiente, la cual iba a marcar un antes y un después en su relación.
Al terminar, Víctor le pidió que se tumbase junto a él, y allí estaba
ella, recostada con su cabeza en el lado izquierdo de su pecho, en su corazón,
escuchando sus latidos y anhelando oír sus palabras.
―Estela, déjame explicarte todos mis pretextos ante la posibilidad de
quedarte embarazada y por favor no me interrumpas, déjame hablar porque no sé
si volveré a tener el valor para decirte todo esto, otra vez, en voz alta.
Ella asintió muda, conteniendo la respiración tomó la mano de su esposo y
se la acercó para darle un beso, animándolo para que comenzase a hablar, lo
cual él hizo.
―Seguro habrás llegado a pensar que soy egoísta y egocéntrico, en fin ―soltó
un largo suspiro que llevaba mucho tiempo encerrado en su pecho―, quizás en
algún momento si lo haya sido. Detrás de todas mis falsas excusas, solo existía
un gran motivo, el miedo, miedo a ser padre, al cambio. La incertidumbre de cómo
afectaría a nuestra vida, a nuestra relación, los cambios que conlleva y la
enorme responsabilidad. Sabes que llego a ser tan metódico en todo, los
horarios, el trabajo, incluso la ropa. Pero mi mayor pecado es mi egoísmo…
―Mi amor tú no eres egoísta, no…
―Lo soy ―sentenció Víctor sin ninguna vacilación a la vez que depositaba
un tierno beso en el cabello de Estela―, y mucho, por no querer compartirte con
nadie, incluso con nuestro propio hijo, no he querido que nada ni nadie ocupase
tu tiempo porque eso significaría que me lo ibas a quitar a mí, ¿ves como si
soy un verdadero monstruo? ― dijo Víctor angustiado, temeroso de la reacción de
su mujer.
Estela alzó la mirada para encontrarse con la de él, aquellos ojos
reflejaban todo el dolor que su alma sentía, la cual vivía atormentada por
tener todos esos sentimientos. Pero lo que él no sabía, era que el miedo a la
paternidad era mucho más común y frecuente de lo que se podía imaginar.
La paternidad era un cambio importante en la vida de los hombres y no
todos estaban preparados para enfrentarla, la noticia de la llegada de un hijo
tendría que ser un motivo de alegría, pero no siempre era así.
El miedo a esa
responsabilidad, en la mayoría de los casos, era un sentimiento
pasajero. Ese temor era básicamente por la preocupación de la crianza del bebé,
de su educación. Pero sobre todo la gran responsabilidad que suponía traer una
nueva vida al mundo, sin saber si serás el padre adecuado. Si a todos estos
temores, le sumamos el cambio que produce
el nacimiento de un hijo en la pareja, esto crea un terror absoluto a la idea
de ser padre.
Estela estaba confundida por las palabras de su esposo, incluso
emocionada por aquel miedo a perder su atención ante la llegada de un bebé a
sus vidas. Por supuesto que un recién nacido demandaría toda su atención, pero
eso no significa que fuese a dejar a un lado a su compañero, todo lo contrario,
lo haría partícipe de todo lo concerniente con el bebé.
―Víctor, mi amor ―susurró dulcemente sin dejar de mirarlo, la
preocupación estaba dibujada en su rostro. Le rozó la mejilla con su mano para
tranquilizarlo, todo estaba bien y él no era ningún monstruo―. Te amo con todo mi
corazón, mi cuerpo, mi alma y sabes que
anhelo con todo mí ser, tener un hijo de los dos. Un hijo que tenga tus bellos
ojos, tu hermosa boca. ―Delineó con su dedo índice el contorno de los labios de
él―, que tenga tu fuerza, que sea honesto y, sobre todo, que ame y respete a su
familia tanto como tú lo haces.
Por la mejilla de Víctor rodó una lágrima solitaria que Estela no dudó en
besar, con aquel gesto quería que todas las dudas de su marido se esfumasen,
que supiese que ella siempre estaría para él y junto a él.
―Tener un hijo, significará un gran cambio en nuestras vidas ―prosiguió
Estela acurrucándose a su cuerpo, la
mejilla sobre su pecho, escuchando los latidos inquietos de su corazón―, y supondrá
renunciar a muchas cosas, a muchos sacrificios, pero todos serán compensados
por el amor y la felicidad que sentiremos al tenerlo entre nuestros brazos.
Ambos se quedaron durante unos minutos en silencio, solamente se
escuchaba en la habitación sus respiraciones, incluso se podía oír los latidos
de sus corazones, los dos palpitando al unísono, como si fuera uno.
Víctor se incorporó y con ello hizo que Estela se volviese a mirarlo, Él
necesitaba decirle algo a su mujer, su compañera, su vida, mirándola a los
ojos, que viese todo el amor que sentía por ella.
―Cariño, todo ese miedo e incertidumbre han desaparecido, bueno si soy
franco… casi todo. ―Sonrió como solo saben hacerlo, los integrantes masculinos
de la familia Vargas, con esa indolente sonrisa de lado que dejó sin
respiración a Estela a pesar de conocerla de memoria―. Después de mi caída estuve
reflexionado sino hubiese tenido la suerte de salir con vida del accidente. ―Tomó
las tibias manos de Estela entre las suyas―, ¿qué hubiera quedado de mí…? Mi
recuerdo, por supuesto, pero éste se hubiera desvanecido con el tiempo.
Entonces me puse a pensar en mi padre, en su despedida, en el orgullo por sus
dos hijos, él se iba con la tranquilidad de que una parte suya siempre estaría
viva en mi hermano, en mí y las siguientes generaciones. Él se sacrificó por
nosotros, nos amó, nos compartió con mi madre, pero ella siempre le dio su
lugar y, justo, en ese momento supe que mi mayor deseo era tener un hijo con la
mujer que amo, contigo mi amor.
Estela se lanzó emocionada a sus brazos, sus palabras habían llenado el
alma de felicidad, esperanza y fe. Ahora, más que nunca, supo que no se había
equivocado a elegirlo para que fuera su compañero hasta el final de sus días,
pasando junto a él días buenos y malos, de tormentas y calmas, y también comprendió,
que Víctor sería el mejor padre, atento y cariñoso.
―¿Entonces… a qué estamos esperando, amor mío? ―preguntó Estela con un
travieso brillo en sus ojos.
Víctor no pudo reprimir una sensual carcajada y la acercó a su cuerpo que
comenzaba a despertar a la cercanía de su seductora mujercita, y sin ninguna
vacilación apresó los dulces labios de su esposa, su beso comenzó lento,
pausado, con él quería borrar todo dolor del pasado y forjar un nuevo presente,
llenos de grandes motivos para vivir un futuro juntos.
Estela sintió que su cuerpo se elevaba pleno de gozo, la lengua de Víctor
exploraba cada rincón de su boca, buscando nuevos lugares, nuevas rutas que les
llevasen a ese final deseado.
De repente, Víctor interrumpió su beso dejándola vacía, sensible,
desorientada, lo miró sin atreverse a preguntar porque se había alejado así de
ella. Antes de que sus dudas hicieran presencia, afloró esa indecente sonrisa
en el rostro de su marido mientras se tumbaba de espaldas arrastrándola con él.
–Señora Vargas, aún estoy convaleciente, así que será usted la que tenga
que echarle tequila y sal a esta velada ―terminó con un astuto guiño.
―Señor Vargas, será todo un placer ocuparme de usted durante toda la
noche, no se preocupe que no le haré sufrir, todo lo contrario, solo quiero
darle placer ―ronroneó junto a los labios de él―, pero tendrá que ser un buen
paciente y obedecerme en todo.
―Todo suyo ―confesó Víctor deseoso de ser amado por su mujer.
lunes, 26 de enero de 2015
El primer baile de Mario y Paula
Una pincelada del Capítulo 19 "Motivos"
Mario estaba
esperando que Paula terminase de arreglarse para bajar a cenar, estaba inquieto
y agitado, no sabía cómo catalogar aquel abrazo efusivo de los dos… Paula
enredada en su cuerpo hizo que todos sus sentidos se dispararan, menos uno que
tuvo que reprimir. Pudo tocar su piel, escuchar su risa, oler su esencia, ver
su luz, pero no saborear sus labios. Se contuvo para no devorar esa boca otra
vez, recordaba sus labios suaves, delicados, calientes... ahora no era
inquietud o agitación lo que sentía, sino una tempestad de excitación devorando
todo su ser, y si no paraba aquellos pensamientos, tendría que regresar a la
ducha para que una afectada parte de su anatomía regresase a la normalidad.
Paula abrió la puerta de su habitación y contempló a Mario que se
encontraba de espaldas a ella, sin ver su rostro adivinaba que estaría
sencillamente perfecto. Por unos segundos quiso parar el tiempo, detener ese
momento y guardarlo en su corazón, otro pedacito de él solo para ella.
Sintió su mirada recorrer su cuerpo, le gustaba aquella sensación, le
excitaba sentirse observado por ella, esperó unos segundos antes de girarse
para contemplarla. Estaba tan… tan bella, tan hermosa… no había palabras para
describirla. Cada día que pasaba florecía como una sublime flor, mostrando su
belleza innata, su atractivo natural.
Mario supo de inmediato que aquel vestido negro iba a ser un tormento
para su tranquilidad, no es que fuese provocativo, pero en ella causaba ese
efecto, ajustándose perfectamente a sus seductoras caderas, sin escotes, ni aberturas,
sus bellos y torneados brazos al descubierto y aquellas impresionantes piernas
terminando en unos tacones de vértigo del mismo color. Su atractiva melena
cayendo sobre sus hombros en una cascada de suaves bucles. Mario sintió deseos
de introducir sus dedos en su cabello, enredarse en ella para no soltarla
jamás.
Estaba a dos pasos de aquella espectacular mujer y su cuerpo solo quería
acercarse a ella, como si de un gran imán que tirase de él.
Tras completar su examen por el cuerpo de Paula, Mario asintió con
aquella exclusiva sonrisa, esa que lograba que las barreras cayeran, las puertas se abrieran y los obstáculos desaparecieran.
Paula no dejó de contemplarle, no podía ser real, llegó a pensar, estaba
exultantemente atractivo, vestía jeans
color negro ajustados a sus piernas, marcando su fuerza, su masculinidad, y
aquella camisa blanca abierta lo justo para dejar divisar un pecho bronceado y
poderoso, la chaqueta negra le daba un toque de formalidad, algo casi imposible
en su persona.
Al terminar la revisión por el cuerpo de Mario asintió de la misma forma
que él, lo que no pasó desapercibido para Mario, que la miró entre divertido y
maravillado, comenzaba a disfrutar esa nueva etapa de amistad y compañerismo…
porque solo eran esos colegas y compañeros, ¿o no?
—¿Bajamos a cenar?, estoy realmente hambriento ―comentó ofreciéndole su
brazo, el cual aceptó Paula tras unos segundos de duda, quería alejar todos sus
fantasmas durante unas horas y disfrutar de ese momento junto a él.
Paula disfrutó muchísimo de la cena, tenía que reconocer que Mario era un
acompañante muy interesante, con mil historias que contar. Que tras esa fachada
de ser un tipo perspicaz y divertido, había un hombre culto, inteligente e
intuitivo, era fácil conversar con él de cualquier tema.
Tras la cena, fueron invitados a tomar una copa de cortesía en el salón Memories, todos los esfuerzos de Paula
por rehusar de aquella invitación fracasaron.
Tras darle un largo trago al coctel que les habían servido, comenzó a
relajarse dejándose llevar por el momento, disfrutando de la música y del
ambiente, y en especial de la cercanía de su acompañante.
Sus rodillas se rozaban y ese simple roce lanzaba deliciosas descargas
por todo su cuerpo, Paula sentía crecer el deseo dentro de ella, necesitaba que
aquellos fuertes brazos la rodeasen, y la acercasen a su cuerpo.
—¿Te apetece bailar? ―preguntó Mario, de repente, como si hubiera
adivinado sus deseos.
—No… no creo que... —comenzó a protestar Paula totalmente aturdida,
porque una cosa era imaginar su contacto y otra muy distinta era sentirlo en
vivo y directo.
—No voy a aceptar un no por respuesta, has bailado con tu otro compañero
de trabajo e incluso con mi amigo, así
que no puedes negarte a bailar conmigo —concluyó su alegato formando un puchero
en su deliciosa boca.
—Vale, bailemos, pero no te quejes si te lleno a pisotones ––resopló
Paula.
—Me arriesgaré ―confesó Mario tirando suavemente de ella.
Agarró su mano y no la soltó hasta llegar al centro de la pista de baile,
donde varias parejas se balanceaban al ritmo de la música. La imagen que ambos
proyectaban era la de una pareja más… él orgulloso de estar al lado de una
espléndida mujer y ella cautivada por su masculinidad.
Mario la atrajo hacia su cuerpo, pegándola a él, llevaba toda la noche
luchando contra aquel sentimiento, pero había perdido la batalla. En realidad,
estaba perdida desde el mismo momento que la contempló en la habitación, y
ahora quería ahogarse en su perfume, perderse entre sus brazos…
…Las manos de Mario quemaban su espalda, subían y bajaban como ríos de
lava, quemando su piel, incluso por encima del tejido de su vestido...
…Tenerla así, apretada a su cuerpo, le estaba causando graves estragos,
sino se relajaba una parte de su anatomía iba a asustarla…
…Comenzó a sentir a Mario de arriba abajo, de lado a lado, parte por
parte… alguna parte más que otras…
…Tendría que agradecer al hotel que se hubieran equivocado en sus
reservas, aunque terminase debajo del chorro de agua fría…
…Cubitos de hielo en toneladas iba a tener que pedir en la recepción para
poder apagar aquella calentura que estaba sintiendo…
De repente el solista que amenizaba la sala comenzó a interpretar una
vieja canción de Luis Miguel, Motivos,
de las del tipo que llegan al fondo del corazón sin pedir permiso, así les pasó
a ambos cuando comenzaron los primeras letras, y sin haber ningún motivo, sus
cuerpos se atrajeron aún más.
Atrapados por la letra de la canción, se mecían siguiendo el ritmo de la
balada, sintiendo sus cuerpos rozarse y sus corazones abrazarse…
… Unos ojos bañados de luz
Son un motivo
Unos labios queriendo besar
Son un motivo
Y me quedo mirándote aquí,
Encontrándote tanto motivos
Yo concluyo que
Mi motivo mejor eres tu…
Y en ese mismo instante Mario se dio cuenta de que "su único motivo" era Paula, ¿Sería ella esa compañera que su padre quería que encontrase? ¿su amante? ¿su cómplice? Sintió que todo este tiempo había tenido una venda en los ojos, que no le dejaba ver más allá de sus narices. ¿Qué había cambiado en estos últimos minutos? ¿Era su calidez? ¿Su inocencia? ¿Su perfume? Asomó una sonrisa a sus labios, al pensar en la idea disparatada de que su padre, de una forma u otra, era el responsable de que ellos estuviesen juntos en este momento.
Su cuerpo temblaba en cada paso, con cada nota, ansioso de recibir más , de sentir más. Cuando, de repente, Mario la envolvió estrechamente entre sus brazos, dejando escapar su aliento en la sien de Paula, y ésta alzó los ojos para sumergirse en su mirada, notando algo diferente en ella. ¿Fascinación? ¿Amor...? Eso era imposible...¿o no? No sabía que pensar, estaba sumergida en una espiral de emociones, y de dudas. Lo único que sabía con seguridad era que su razón de sera, su mejor motivo era él.
martes, 13 de enero de 2015
EL PRIMER BESO DE MARIO Y PAULA
"BESOS Y ESPINAS"
Se encontraban muy cerca de una de las entradas del Bosque de
Chapultepec, un hermoso e inmenso parque situado en el centro de la ciudad, lo
cual lo convertía en un verdadero pulmón para todos los habitantes de la
capital. En sus alrededores se vislumbraban hermosos lagos, elegantes fuentes y
hasta se podía contemplar un verdadero castillo, que albergaba un museo y un
zoológico en su interior.
Era el lugar ideal para ser visitado por personas de todas las edades, las familias podían disfrutar una maravillosa jornada, todos juntos, y, ahora por la noche, las parejas se refugiaban bajo el amparo de las estrellas para demostrarse su amor.
―¿Por qué has parado? ¿Qué hacemos aquí? ―preguntó Paula confundida y
temerosa.
No quería pasar ni un segundo más junto a él, por hoy ya había sido
suficiente, era una tortura tener que contener sus sentimientos, su cuerpo le
mandaba una señal totalmente diferente a la de su mente y mantener el control
la dejaba sin fuerzas.
Mario abrió la puerta del auto e hizo un gesto de galantería con la mano
invitándola a bajarse, pero ella siguió sentada con los brazos cruzados,
indiferente a su petición.
―No seas tozuda, ¡Por Dios! ―Suspiró desesperado ante su terquedad―. Solo
daremos un pequeño paseo, ambos lo necesitamos y así tendremos la oportunidad
de hablar.
―¡¿Nosotros?! ―puntualizó señalando con su dedo índice primero a él y
luego a ella misma―, no tenemos nada de qué hablar, así que te pido, o mejor
aún, te exijo que me lleves a mi casa ahora mismo.
―Si te quieres quedar ahí toda la noche por mí no hay problema, ¡Yo! si
necesito despejarme. ―Comenzó a andar dándola la espalda, sin impórtale si lo seguía o no.
Paula continuó dentro del coche confiando en que Mario recapacitase y
diese media vuelta para llevarla a su casa, pero él cada vez se alejaba más del
auto. Con un mohín de enfado bajó del coche y comenzó a andar en dirección
opuesta a la vez que gritaba:
―No me hace falta tu ayuda, yo sé arreglármelas sola. ―continuó andando con paso enérgico sin mirar
hacia atrás.
Al mirar de soslayo, vio cómo se alejaba en dirección a la carretera, sin
apenas hacer ruido corrió hacia ella y, al llegar a su lado, puso su mano en su
hombro sobresaltando a Paula que no lo había oído acercarse.
―¡No me toques! ―se quejó separándose de él.
―De acuerdo ―contestó Mario con las manos en alto en señal de paz―.
Hagamos una tregua, durante los próximos quince minutos nada de peleas y nada
de comentarios desagradables… y si, justo cuando marque el minuto dieciséis,
sigues con ganas de darme una tunda o tirarme de cabeza al lago, no pondré
ninguna resistencia, ¿Hay trato?
Las palabras de Mario fueron como un bálsamo entre los dos porque
provocaron la risa de ambos.
―Se te ve tan hermosa cuando te ríes ―expresó mientras la observaba
maravillado.
―Gracias ―susurró incrédula.
Llegó la calma, magnificando ese
momento, sus miradas chocaron con la fuerza de un trueno, gritando en silencio
lo que sus corazones aún no querían confesar en voz alta.
Paula, en un momento de debilidad, sintió la necesidad de refugiarse en
sus brazos y sentir el roce de sus labios en los suyos. Lanzó un largo suspiro,
no podía sucumbir ante sus pensamientos, no estaba dispuesta a dejarse lastimar
otra vez.
―¿Qué quieres de mí? ―preguntó Paula en un arranque de sinceridad.
―No lo sé ―contestó con franqueza―, yo solo… solo quiero conocerte, que
ambos nos conozcamos ―susurró Mario acortando la distancia que los separaba.
―Pero… ¿Para qué…? ¿Por qué?, lo que sabemos el uno del otro es
suficiente ―respondió Paula controlando sus emociones―. Tú eres uno de los
dueños de la tequilera y yo soy…soy una simple empleada ―concluyó con tristeza.
Mario tiró de ella agarrándola de la cintura con delicadeza. Sentir la
presión de su cuerpo musculoso pegado al suyo era una cruel agonía, pero era
maravilloso verse reflejada en su mirada,
sentir el roce del aliento de sus labios, y por mucho que su mente le
gritara que parase aquello, su cuerpo no se movió ni un milímetro de allí.
―Posiblemente tengas razón y no debamos estar aquí ninguno de los dos ―susurraba
suavemente sin dejar de contemplar su bello rostro―.En realidad no sé qué es lo
que quiero, ni lo que me está pasando contigo. ―Su voz se volvió más ardiente―,
lo único que sé es que necesito sentirte cerca. Me he dado cuenta que no te soy
indiferente, ahora mismo noto como estás temblando entre mis brazos.
―Por favor, suéltame ―suplicó Paula intentando zafarse de aquella
deliciosa opresión.
―No, no te voy a soltar ―respondió Mario impendiendo que se
alejara de él.
Paula se sentía cada vez más indefensa entre sus brazos, su corazón latía
cada vez más fuerte desbordado por la emoción de aquel instante. Sus
sentimientos comenzaron a traicionarla, el roce de sus manos en su espalda le
hacían estremecer hasta lo más profundo de su ser.
―¿Tienes frio? ―preguntó con suavidad al sentirla temblar.
―No… no… ―Apenas podía articular palabra.
Sus labios se acercaron con peligrosa lentitud, haciendo que el corazón de Paula latiera desbocado, la boca de
Mario descendió con suavidad hacia su boca apresando sus labios con ternura. Su
primera reacción fue alejarse, pero Mario lo impidió sujetándola con firmeza
por la nuca, sin darle opción a escapar de aquel beso, los labios de Mario
tomaron por completo los de Paula haciéndola sentir tal placer que no pudo
resistirse más y correspondió a su beso. Los dedos de él jugueteaban entre sus
cabellos sugestivamente, mientras que sus cuerpos se fundían con pasión en uno
solo. Aquel beso se volvió más profundo,
muchos más intenso e íntimo. Mario tomó entre sus labios el labio inferior de
Paula jugueteando, acariciándolo con su
lengua, arrancando un suspiro de placer de su garganta.
Un torbellino de sensaciones explotaba dentro de Paula, no podía alejarse
de aquellas ardientes caricias por mucho que su cerebro mandara una advertencia
tras otra, tenía que parar aquello antes de que le causara un dolor
irreparable. Pero la necesidad de sentirse amada… ¿Amada?, pero que
estúpida era al pensar que aquello era amor… solo era deseo, una aventura más,
nada serio.
Aquellos pensamientos hicieron que reaccionase separándose con brusquedad
de Mario.
―Esto no tenía que haber sucedido ―reprochó con la respiración agitada.
―Perdóname, pero no pude resistir el impulso de besarte, no fue mi
intención ofenderte ―declaró Mario afectado―, pero no me negarás que ambos lo
disfrutamos.
―No digas nada más, por favor llévame a mi casa ―suplicó Paula con los
sentimientos a flor de piel.
De camino a su casa ninguno pronunció palabra. Ella iba reprochándose su
comportamiento, lo tonta que había sido por ceder a sus besos, sus caricias,
sabía que esto no la llevaba a ninguna parte, tenía que poner un alto a esta
situación. Había sufrido lo suficiente por amor, no podía permitírselo de
nuevo.
Mario descendió rápidamente del coche para ayudarla a salir, pero ella ya
había descendido, necesitaba poner distancia entre ambos. Al ver el rostro
alterado de Paula, Mario intentó disculparse otra vez, pero ella no lo dejó
hablar.
―Será mejor que olvidemos el incidente del parque. Ha sido algo sin
importancia. Para ti solo ha sido un beso más, uno de tantos, pasar un momento
entretenido, pero sé perfectamente cuál es mi lugar. Esto no debería haber
pasado y será mucho mejor que lo olvidemos, por mi parte ya no lo recuerdo. ―Paula
intentó sonar fría y distante.
Ante la frialdad de sus palabras y su mirada herida Mario optó por
callarse, aquel no era el mejor momento para hablar con ella.
Después de despedirse con extremada cortesía de ella, subió a su
descapotable arrancando el motor con rabia para perderse en la oscuridad de la
noche.
sábado, 10 de enero de 2015
¡¡No quiero despertar!!
Como
cada mañana, a las nueve menos cuarto, me topaba con él en el ascensor que nos
llevaba a las plantas donde se encuentran nuestras oficinas. Y cada día era una
verdadera tortura para mis sentidos; su simple presencia llenaba aquel reducido
habitáculo embriagando cada rincón con su aroma, mientras el sonido de su voz
hacía que mis entrañas se licuasen de deseo.
Si
por casualidad llegaba antes que él me hacía la remolona mientras lo esperaba; para así
poder disfrutar de esos escasos segundos a su lado, a pesar de ser consciente
de que yo era totalmente transparente ante sus ojos.
La
noche anterior apenas había podido dormir. Imaginaba sus manos vagando ardientemente
por mi cuerpo mientras sus labios devoraban mi boca; así que para no terminar calcinada,
me tuve que dar un baño en agua tibia junto a mi juguetito sumergible. No era lo mismo, pero por lo menos relajaba.
A
la mañana siguiente todo comenzó mal, la alarma del móvil no sonó porque estaba
desactivada. ¿Cómo?, seguramente fue anoche mientras tenía el segundo encuentro
tórrido con mi juguetito.
Tras
una ducha rápida me vestí a la carrera; falda lápiz color gris y blusa de seda
blanca que escondían una lencería de encaje blanco. Para completar el atuendo,
unos zapatos de tacón alto negro a juego con el cinturón ancho. Una cosa era
correr, pero otra no salir arreglada. ¡Antes muerta que sencilla!
Metí
en una bolsita unos panties muy sexys dentro de mi bolso; ya me los pondría
tranquilamente en el baño de la oficina. Ahora no podía perder ni un segundo
más, me maquillé en tres minutos y salí disparada a tomar el primer taxi libre.
El
hall estaba desértico, faltaba un minuto para las nueve, pero no había nadie
esperando en la zona de los ascensores, algo bastante inusual. Un poco nerviosa
pulsé el botón de llamada, no me gustaba llegar tarde. Cuando, por fin, la
puerta se abrió, solté el aire que había retenido en mis pulmones, entré de
prisa y corriendo mientras pulsaba convulsivamente la tecla de mi planta, como
si de esa forma el ascensor me fuera a hacer más caso.
A punto de cerrarse la puerta; una mano varonil
lo impidió, forzando a que las puertas se
volviesen a abrir. Preparada para fulminar al intruso que había osado interrumpir
mi subida, de repente, ante mis ojos apareció el causante de todos mis sueños
húmedos y de mis noches de desvelos. Me sorprendí al notar que su aspecto
siempre impecable había desaparecido. Llevaba el pelo aún húmedo y algo
revuelto. la corbata sin ajustar, y la camisa algo arrugada… parecía que
tampoco le había funcionado su despertador.
Al
escuchar su voz grave y algo acelerada en ese simple ¡buenos días!, mis piernas
comenzaron a fallarme, «¡Traicioneras!», pensé, mientras me apoyaba en la pared del ascensor.
Sin embargo, lo peor fue cuando él se inclinó
a pulsar el botón, justo una planta superior a la mía. Aquel olor a hombre limpio entró en mis fosas
nasales intoxicándome, como si se tratase de un potente veneno letal.
Podía
sentir su calor, su masculinidad brotando por cada poro de su piel. Y mientras
yo me embriaga con su aroma, de repente, el giró su cabeza y me miró con un brillo
ladino en sus ojos marrones, a la vez que alargaba su mano derecha y pulsaba la
tecla de stop. Toda aquella mole de acero y cables se detuvo de golpe ante su
orden.
—Llevo mucho tiempo soñando con este momento—susurró acercándose peligrosamente, podía sentir el
calor infernal que desprendía su cuerpo varonil.
Rodeó
mi cabeza con sus manos, colocando una a cada lado, cercándome. Cuando intenté
hablar sus labios me lo impidieron con un beso duro, sensual, mucho mejor que
cualquier que hubiera imaginado en mis fantasías. Estábamos unidos, únicamente,
por nuestros labios, nuestras lenguas bailaban una danza desenfrenada; estaba
segura que podía correrme solo con aquel beso. Como si me hubiera leído la
mente, sus manos sujetaron mi cabeza profundizando más el beso, si eso fuera
posible; para luego bajar su mano y quitarme el bolso, dejándolo caer al suelo.
Cuando
sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo por encima de la ropa, sentí mi piel
enrojecer, como si hubiera estado tomando el sol sin protección solar. Me
agarré a sus hombros para no caerme, momento que el aprovechó para pegar su
cuerpo al mío, presionando su dura virilidad contra mi vientre.
Sus
manos volaban por mi cuerpo, sus hábiles dedos desabrocharon los primeros
botones de mi camisa, dejando al descubierto el atractivo sujetador blanco de
encaje; pasó sus pulgares por mis pezones poniéndolos duros al instante, bajó
la cabeza y comenzó a chuparlos a través de la tela. Iba de uno a otro, haciéndome
gemir de placer, aquello era lo más erótico que me había sucedido en la vida.
Me
agarré a su grueso cabello sujetándolo junto a mi pecho, no quería que parase
nunca. Sus manos siguieron descendiendo hasta mis caderas y con un movimiento ágil
comenzaron a subir mi falda, encajándola en mis caderas. Al tocar mis muslos
libres de panties, él gimió dentro de mi boca aprobando que sólo llevase un
atractivo tanga. Paseó sus dedos por encima del encaje y mi clítoris dolorido no tardó en responder a su caricia, produciendo una corriente eléctrica por todo el cuerpo.
Sentí
la necesidad de tocarlo y sentir su masculinidad; con manos temblorosas
desabroché el botón de su pantalón y bajé la cremallera; mis dedos temblaron al
tomar su aterciopelada erección, mientras soltaba un ahogado jadeo. De repente,
vi el reflejo de algo plateado, era un preservativo. Sin darme opción, retiró mi
mano de su miembro erecto y se lo colocó rápidamente.
Me
tomó entre sus brazos y con una sonrisa en sus labios hinchados, me invitó a
que le rodease con mis piernas, sin pensarlo dos veces, e impulsada por el
deseo y la pasión, así lo hice.
Nuestros
sexos se tocaban, mis pezones doloridos estaban prisioneros contra su pecho,
mis labios palpitantes; nuestras caricias más frenéticas, más audaces… ambos
estábamos a punto de explotar en un fulminante clímax cuando…
“PI PI PI PI PI PI PI”
El
maldito despertador había interrumpido el mejor de los sueños abrasadores que
había tenido en mi vida, dejándome sudorosa, jadeante e insatisfecha.
¡¡¡¡¡¡¡Mierda!!!!!!!
¡¡¡Ahora
no!!!
¡¡¡No
quiero despertar!!!
lunes, 5 de enero de 2015
UN NUEVO DESTINO
Damián
ya no estaba junto a ella, un maldito tumor cerebral le había alejado de sus
brazos, apenas tuvieron tiempo para despedirse, todo sucedió demasiado rápido.
El
recuerdo de la última noche que pasaron juntos, la acompañaba en todo momento,
era lo único que le quedaba de él. Hasta el último segundo su mirada gris se
mantuvo con aquel fulgor de acero, esos labios insolentes, que tantas veces
habían recorrido su cuerpo memorizándolo, no dejaban de decirle cuanto la
amaba, mientras agradecía a la vida cada minuto vivido junto a ella.
Damián
prometió a Marina cuidar siempre de ella, no importaba dónde fuese a parar, él le
haría saber que estaba bien e iba a enviarle otra persona que la hiciese igual
o más feliz de lo que habían sido juntos.
Con
lágrimas retenidas, abrazados, y en silencio; Marina sintió como el calor
abandonaba el cuerpo de Damián dando paso a un frío glacial.
Diez meses después
Marina
había pasado por las cinco fases del duelo ante la pérdida de una persona
amada, primero había sido la negación,
cada día al llegar a casa se negaba a creer que Damián no iba a volver a abrir
la puerta, con su sonrisa ladina y ese gesto de niño grande.
Tras
comprobar, día tras día, mes a mes, que la puerta no se abría, llegó el dolor emocional, la tristeza invadió cada poro de su piel, allí
donde antes había caricias, placer, ahora solo existía dolor y sufrimiento.
Cuando
comenzó las fases de negociación y
aceptación fue tras casi cuatro meses de insomnios, luchas interiores y
largas negociaciones con el mismísimo universo, intentando comprender por qué
Damián se había ido.
Y
ahora, a punto de cumplir un año de su ausencia, estaba en la fase del enfado, la ira e incluso la indiferencia,
se levantaba enojada con el mundo entero, con Damián, con sus promesas que
nunca serían cumplidas, no porque él no quisiera, era imposible que le enviase
una señal y mucho menos a alguien que cuidara de ella, nada de eso iba a
suceder, jamás.
En
un arrebato de ira comenzó a recoger todas sus cosas, todo lo que le recordaba
a él. Tomó una maleta grande y comenzó a tirar todo dentro, su gorra favorita,
sus libros preferidos… con una diabólica sonrisa se acercó a su preciada
colección de discos de vinilo de los 80,
los tiró dentro de la maleta sin tener ningún reparo, seguro que eso le
haría convulsionar estuviese donde estuviese.
Tras
cerrar la maleta, Marina se sentó encima de ella, abrazándose con sus brazos,
buscando el refugio que necesitaba,
―Damián ―susurró en voz baja, mientras las
lágrimas caían por sus mejillas.
Por
un instante pensó que terminaría deshidratándose, estaba segura de que no
quedaba más reserva de agua en su cuerpo.
De
repente, el sonido del timbre la sobresaltó, por un momento pensó en no
contestar, seguro que era el portero para traerle un nuevo certificado con otra
multa…o... ¿sería? Marina sacudió su cabeza, tenía que dejar de pensar
tonterías, Damián ya no estaba y no iba a volver nunca más, ni tampoco iba a
recibir mensajes de él, ni visitas inesperadas…ni…
–¿Mónica?,
¿qué… qué haces aquí? –preguntó Marina atónita al ver pasar como un huracán a
su amiga. Llevaba esquivándola las últimas cuatro semanas.
–Tal
y como me imaginaba, estás hecha un asco, te ves fatal –comentó Mónica moviendo
su melena castaña, mientras sus tacones repiqueteaban a su paso.
–Gracias,
yo también te quiero –suspiró Marina sentándose de nuevo sobre la maleta.
–¿Son
las cosas de Damián? –señaló Mónica suavemente.
Marina
sólo pudo asentir, no le quedaban fuerzas para nada más.
–¡Vamos!,
¡mueve ese precioso trasero!, Date un ducha, ponte ropa limpia, algo que te
haga parecer una mujer y no un espantapájaros. ¡Vamos a salir a dar una vuelta!
No, no admito ninguna protesta, –contestó rápidamente Mónica al ver el gesto de
negación en su rostro.
Ya
había pasado casi un año desde que Damián se había ido y era hora de tomar
cartas en el asunto, le había hecho una promesa a su amigo de la infancia, e
iba a rescatar a Marina, ella era la señal que él la había prometido.
Marina
sentía que estaba traicionando a Damián, aún no estaba preparada para
enfrentarse a la vida sin él. No se merecía reír, ni escuchar música, ni tomar
una copa, no se merecía nada de eso porque Damián ya nunca iba a poder hacerlo.
–Deja
de sentirte culpable por estar viva. Fue un cáncer quien le arrebató la vida a
Damián, no fuiste tú. No puedes seguir escondiéndote, a él no le gustaría que
lo hicieras. Me pidió que cuidara de ti, que te recordase que desde la
estrella, asteroide, cometa o lo que fuese donde estuviese él estaría bien.
Durante
unos segundos que parecieron interminables, solamente se escuchaba el ruido de
los limpiaparabrisas del coche, afuera estaba lloviendo, una lluvia suave,
catártica.
Allí
estaba la señal que él prometió enviarle. Mónica tenía razón, pero era muy
difícil cerrar la puerta a Damián y abrir nuevas ventanas, aún no estaba
preparada.
Con
una maniobra eficaz, Mónica estacionó el vehículo frente a un nuevo local, hoy
era su inauguración. Conocía al dueño, en la gestoría donde trabajaba llevaba
la contabilidad de sus negocios, tenía varios locales de moda, y entre ambos se
había creado una gran amistad.
Al
acercarse a la entrada, Mónica dio su nombre al portero y las dejaron pasar
inmediatamente sin tener que esperar la extensa cola que se había creado en la
puerta.
Al
entrar, Marina se quedó fascinada, fue como regresar a los queridos años 80 que
tanto adoraba Damián, todo aquello era un tributo a la movida madrileña, fotos de grupos como AlasKa y los Pegamoides, Nacha Pop, Los Secretos…y otros tantos.
Sonrió
emocionada al ver enmarcados dos de los vinilos preferidos de Damián, uno de La Unión y otro de Gabinete Galigari, los mismos que unas horas antes había desterrado
en la maleta.
–Marina,
te quiero presentar al culpable de esta decoración tan retro, cliente de la gestoría y también un gran
amigo, Gabriel.
Antes
de girarse, ya había sentido su presencia, un fuego recorrió su columna
vertebral, dando calor a su cuerpo entumecido, inflamando su piel.
–Encantado,
Marina –aquel sonido ronco, grave y masculino la dejó sin palabras, sólo pudo
asentir con la cabeza.
Al
levantar la vista hacia el dueño de esa sensual voz, se quedó impactada al
verse atrapada en sus ojos. Si no fuera porque era totalmente imposible, juraría
que aquella mirada era la de Damián. Una mirada que llevaba añorando y evocando
día a día, noche a noche, durante aquel último año.
Aquellos
iris del color de la plata fundida, relucieron como dos espadas brillantes en
la batalla, al clavarse en su mirada. Al mismo tiempo su dueño tomó la mano de
Marina entre las suyas para llevársela con delicadeza a los labios, a la vez
que susurraba:
–Bienvenida
a Syldavia (1)
Marina
escuchó con placer el nombre del local, aquel era el título de una de las
canciones preferidas de Damián. Sin dejar de perderse en la mirada de Gabriel,
tuvo el pleno conocimiento de que él era la persona que le había enviada, la
promesa cumplida. Ya no sentía miedo de enfrentarse a un nuevo
día… el sol ya no derretirá sus alas, en cambio, la luna le mostrará el camino
a su nuevo destino.
Fin
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