Una pincelada del Capítulo 19 "Motivos"
Mario estaba
esperando que Paula terminase de arreglarse para bajar a cenar, estaba inquieto
y agitado, no sabía cómo catalogar aquel abrazo efusivo de los dos… Paula
enredada en su cuerpo hizo que todos sus sentidos se dispararan, menos uno que
tuvo que reprimir. Pudo tocar su piel, escuchar su risa, oler su esencia, ver
su luz, pero no saborear sus labios. Se contuvo para no devorar esa boca otra
vez, recordaba sus labios suaves, delicados, calientes... ahora no era
inquietud o agitación lo que sentía, sino una tempestad de excitación devorando
todo su ser, y si no paraba aquellos pensamientos, tendría que regresar a la
ducha para que una afectada parte de su anatomía regresase a la normalidad.
Paula abrió la puerta de su habitación y contempló a Mario que se
encontraba de espaldas a ella, sin ver su rostro adivinaba que estaría
sencillamente perfecto. Por unos segundos quiso parar el tiempo, detener ese
momento y guardarlo en su corazón, otro pedacito de él solo para ella.
Sintió su mirada recorrer su cuerpo, le gustaba aquella sensación, le
excitaba sentirse observado por ella, esperó unos segundos antes de girarse
para contemplarla. Estaba tan… tan bella, tan hermosa… no había palabras para
describirla. Cada día que pasaba florecía como una sublime flor, mostrando su
belleza innata, su atractivo natural.
Mario supo de inmediato que aquel vestido negro iba a ser un tormento
para su tranquilidad, no es que fuese provocativo, pero en ella causaba ese
efecto, ajustándose perfectamente a sus seductoras caderas, sin escotes, ni aberturas,
sus bellos y torneados brazos al descubierto y aquellas impresionantes piernas
terminando en unos tacones de vértigo del mismo color. Su atractiva melena
cayendo sobre sus hombros en una cascada de suaves bucles. Mario sintió deseos
de introducir sus dedos en su cabello, enredarse en ella para no soltarla
jamás.
Estaba a dos pasos de aquella espectacular mujer y su cuerpo solo quería
acercarse a ella, como si de un gran imán que tirase de él.
Tras completar su examen por el cuerpo de Paula, Mario asintió con
aquella exclusiva sonrisa, esa que lograba que las barreras cayeran, las puertas se abrieran y los obstáculos desaparecieran.
Paula no dejó de contemplarle, no podía ser real, llegó a pensar, estaba
exultantemente atractivo, vestía jeans
color negro ajustados a sus piernas, marcando su fuerza, su masculinidad, y
aquella camisa blanca abierta lo justo para dejar divisar un pecho bronceado y
poderoso, la chaqueta negra le daba un toque de formalidad, algo casi imposible
en su persona.
Al terminar la revisión por el cuerpo de Mario asintió de la misma forma
que él, lo que no pasó desapercibido para Mario, que la miró entre divertido y
maravillado, comenzaba a disfrutar esa nueva etapa de amistad y compañerismo…
porque solo eran esos colegas y compañeros, ¿o no?
—¿Bajamos a cenar?, estoy realmente hambriento ―comentó ofreciéndole su
brazo, el cual aceptó Paula tras unos segundos de duda, quería alejar todos sus
fantasmas durante unas horas y disfrutar de ese momento junto a él.
Paula disfrutó muchísimo de la cena, tenía que reconocer que Mario era un
acompañante muy interesante, con mil historias que contar. Que tras esa fachada
de ser un tipo perspicaz y divertido, había un hombre culto, inteligente e
intuitivo, era fácil conversar con él de cualquier tema.
Tras la cena, fueron invitados a tomar una copa de cortesía en el salón Memories, todos los esfuerzos de Paula
por rehusar de aquella invitación fracasaron.
Tras darle un largo trago al coctel que les habían servido, comenzó a
relajarse dejándose llevar por el momento, disfrutando de la música y del
ambiente, y en especial de la cercanía de su acompañante.
Sus rodillas se rozaban y ese simple roce lanzaba deliciosas descargas
por todo su cuerpo, Paula sentía crecer el deseo dentro de ella, necesitaba que
aquellos fuertes brazos la rodeasen, y la acercasen a su cuerpo.
—¿Te apetece bailar? ―preguntó Mario, de repente, como si hubiera
adivinado sus deseos.
—No… no creo que... —comenzó a protestar Paula totalmente aturdida,
porque una cosa era imaginar su contacto y otra muy distinta era sentirlo en
vivo y directo.
—No voy a aceptar un no por respuesta, has bailado con tu otro compañero
de trabajo e incluso con mi amigo, así
que no puedes negarte a bailar conmigo —concluyó su alegato formando un puchero
en su deliciosa boca.
—Vale, bailemos, pero no te quejes si te lleno a pisotones ––resopló
Paula.
—Me arriesgaré ―confesó Mario tirando suavemente de ella.
Agarró su mano y no la soltó hasta llegar al centro de la pista de baile,
donde varias parejas se balanceaban al ritmo de la música. La imagen que ambos
proyectaban era la de una pareja más… él orgulloso de estar al lado de una
espléndida mujer y ella cautivada por su masculinidad.
Mario la atrajo hacia su cuerpo, pegándola a él, llevaba toda la noche
luchando contra aquel sentimiento, pero había perdido la batalla. En realidad,
estaba perdida desde el mismo momento que la contempló en la habitación, y
ahora quería ahogarse en su perfume, perderse entre sus brazos…
…Las manos de Mario quemaban su espalda, subían y bajaban como ríos de
lava, quemando su piel, incluso por encima del tejido de su vestido...
…Tenerla así, apretada a su cuerpo, le estaba causando graves estragos,
sino se relajaba una parte de su anatomía iba a asustarla…
…Comenzó a sentir a Mario de arriba abajo, de lado a lado, parte por
parte… alguna parte más que otras…
…Tendría que agradecer al hotel que se hubieran equivocado en sus
reservas, aunque terminase debajo del chorro de agua fría…
…Cubitos de hielo en toneladas iba a tener que pedir en la recepción para
poder apagar aquella calentura que estaba sintiendo…
De repente el solista que amenizaba la sala comenzó a interpretar una
vieja canción de Luis Miguel, Motivos,
de las del tipo que llegan al fondo del corazón sin pedir permiso, así les pasó
a ambos cuando comenzaron los primeras letras, y sin haber ningún motivo, sus
cuerpos se atrajeron aún más.
Atrapados por la letra de la canción, se mecían siguiendo el ritmo de la
balada, sintiendo sus cuerpos rozarse y sus corazones abrazarse…
… Unos ojos bañados de luz
Son un motivo
Unos labios queriendo besar
Son un motivo
Y me quedo mirándote aquí,
Encontrándote tanto motivos
Yo concluyo que
Mi motivo mejor eres tu…
Y en ese mismo instante Mario se dio cuenta de que "su único motivo" era Paula, ¿Sería ella esa compañera que su padre quería que encontrase? ¿su amante? ¿su cómplice? Sintió que todo este tiempo había tenido una venda en los ojos, que no le dejaba ver más allá de sus narices. ¿Qué había cambiado en estos últimos minutos? ¿Era su calidez? ¿Su inocencia? ¿Su perfume? Asomó una sonrisa a sus labios, al pensar en la idea disparatada de que su padre, de una forma u otra, era el responsable de que ellos estuviesen juntos en este momento.
Su cuerpo temblaba en cada paso, con cada nota, ansioso de recibir más , de sentir más. Cuando, de repente, Mario la envolvió estrechamente entre sus brazos, dejando escapar su aliento en la sien de Paula, y ésta alzó los ojos para sumergirse en su mirada, notando algo diferente en ella. ¿Fascinación? ¿Amor...? Eso era imposible...¿o no? No sabía que pensar, estaba sumergida en una espiral de emociones, y de dudas. Lo único que sabía con seguridad era que su razón de sera, su mejor motivo era él.