lunes, 5 de enero de 2015

UN NUEVO DESTINO

Damián ya no estaba junto a ella, un maldito tumor cerebral le había alejado de sus brazos, apenas tuvieron tiempo para despedirse, todo sucedió demasiado rápido.
El recuerdo de la última noche que pasaron juntos, la acompañaba en todo momento, era lo único que le quedaba de él. Hasta el último segundo su mirada gris se mantuvo con aquel fulgor de acero, esos labios insolentes, que tantas veces habían recorrido su cuerpo memorizándolo, no dejaban de decirle cuanto la amaba, mientras agradecía a la vida cada minuto vivido junto a ella.
Damián prometió a Marina cuidar siempre de ella, no importaba dónde fuese a parar, él le haría saber que estaba bien e iba a enviarle otra persona que la hiciese igual o más feliz de lo que habían sido juntos.
Con lágrimas retenidas, abrazados, y en silencio; Marina sintió como el calor abandonaba el cuerpo de Damián dando paso a un frío glacial.





Diez meses después

Marina había pasado por las cinco fases del duelo ante la pérdida de una persona amada, primero había sido la negación, cada día al llegar a casa se negaba a creer que Damián no iba a volver a abrir la puerta, con su sonrisa ladina y ese gesto de niño grande.
Tras comprobar, día tras día, mes a mes, que la puerta no se abría, llegó  el dolor emocional,  la tristeza invadió cada poro de su piel, allí donde antes había caricias, placer, ahora solo existía dolor y sufrimiento.
Cuando comenzó las fases de negociación y aceptación fue tras casi cuatro meses de insomnios, luchas interiores y largas negociaciones con el mismísimo universo, intentando comprender por qué Damián se había ido.
Y ahora, a punto de cumplir un año de su ausencia, estaba en la fase del enfado, la ira e incluso la indiferencia, se levantaba enojada con el mundo entero, con Damián, con sus promesas que nunca serían cumplidas, no porque él no quisiera, era imposible que le enviase una señal y mucho menos a alguien que cuidara de ella, nada de eso iba a suceder, jamás.
En un arrebato de ira comenzó a recoger todas sus cosas, todo lo que le recordaba a él. Tomó una maleta grande y comenzó a tirar todo dentro, su gorra favorita, sus libros preferidos… con una diabólica sonrisa se acercó a su preciada colección de discos de vinilo de los 80,  los tiró dentro de la maleta sin tener ningún reparo, seguro que eso le haría convulsionar estuviese donde estuviese.
Tras cerrar la maleta, Marina se sentó encima de ella, abrazándose con sus brazos, buscando el refugio que necesitaba,
       ―Damián ―susurró en voz baja, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Por un instante pensó que terminaría deshidratándose, estaba segura de que no quedaba más reserva de agua en su cuerpo.
De repente, el sonido del timbre la sobresaltó, por un momento pensó en no contestar, seguro que era el portero para traerle un nuevo certificado con otra multa…o... ¿sería? Marina sacudió su cabeza, tenía que dejar de pensar tonterías, Damián ya no estaba y no iba a volver nunca más, ni tampoco iba a recibir mensajes de él, ni visitas inesperadas…ni…
–¿Mónica?, ¿qué… qué haces aquí? –preguntó Marina atónita al ver pasar como un huracán a su amiga. Llevaba esquivándola las últimas cuatro semanas.
–Tal y como me imaginaba, estás hecha un asco, te ves fatal –comentó Mónica moviendo su melena castaña, mientras sus tacones repiqueteaban a su paso.
–Gracias, yo también te quiero –suspiró Marina sentándose de nuevo sobre la maleta.
–¿Son las cosas de Damián? –señaló Mónica suavemente.
Marina sólo pudo asentir, no le quedaban fuerzas para nada más.
–¡Vamos!, ¡mueve ese precioso trasero!, Date un ducha, ponte ropa limpia, algo que te haga parecer una mujer y no un espantapájaros. ¡Vamos a salir a dar una vuelta! No, no admito ninguna protesta, –contestó rápidamente Mónica al ver el gesto de negación en su rostro.
Ya había pasado casi un año desde que Damián se había ido y era hora de tomar cartas en el asunto, le había hecho una promesa a su amigo de la infancia, e iba a rescatar a Marina, ella era la señal que él la había prometido.
Marina sentía que estaba traicionando a Damián, aún no estaba preparada para enfrentarse a la vida sin él. No se merecía reír, ni escuchar música, ni tomar una copa, no se merecía nada de eso porque Damián ya nunca iba a poder hacerlo.
–Deja de sentirte culpable por estar viva. Fue un cáncer quien le arrebató la vida a Damián, no fuiste tú. No puedes seguir escondiéndote, a él no le gustaría que lo hicieras. Me pidió que cuidara de ti, que te recordase que desde la estrella, asteroide, cometa o lo que fuese donde estuviese él estaría bien.
Durante unos segundos que parecieron interminables, solamente se escuchaba el ruido de los limpiaparabrisas del coche, afuera estaba lloviendo, una lluvia suave, catártica.

Allí estaba la señal que él prometió enviarle. Mónica tenía razón, pero era muy difícil cerrar la puerta a Damián y abrir nuevas ventanas, aún no estaba preparada.
Con una maniobra eficaz, Mónica estacionó el vehículo frente a un nuevo local, hoy era su inauguración. Conocía al dueño, en la gestoría donde trabajaba llevaba la contabilidad de sus negocios, tenía varios locales de moda, y entre ambos se había creado una gran amistad.
Al acercarse a la entrada, Mónica dio su nombre al portero y las dejaron pasar inmediatamente sin tener que esperar la extensa cola que se había creado en la puerta.
Al entrar, Marina se quedó fascinada, fue como regresar a los queridos años 80 que tanto adoraba Damián, todo aquello era un tributo a la movida madrileña, fotos de grupos como AlasKa y los Pegamoides, Nacha Pop, Los Secretos…y otros tantos.
Sonrió emocionada al ver enmarcados dos de los vinilos preferidos de Damián, uno de La Unión y otro de Gabinete Galigari, los mismos que unas horas antes había desterrado en la maleta.
–Marina, te quiero presentar al culpable de esta decoración tan retro,  cliente de la gestoría y también un gran amigo, Gabriel.
Antes de girarse, ya había sentido su presencia, un fuego recorrió su columna vertebral, dando calor a su cuerpo entumecido, inflamando su piel.
–Encantado, Marina –aquel sonido ronco, grave y masculino la dejó sin palabras, sólo pudo asentir con la cabeza.
Al levantar la vista hacia el dueño de esa sensual voz, se quedó impactada al verse atrapada en sus ojos. Si no fuera porque era totalmente imposible, juraría que aquella mirada era la de Damián. Una mirada que llevaba añorando y evocando día a día, noche a noche, durante aquel último año.
Aquellos iris del color de la plata fundida, relucieron como dos espadas brillantes en la batalla, al clavarse en su mirada. Al mismo tiempo su dueño tomó la mano de Marina entre las suyas para llevársela con delicadeza a los labios, a la vez que susurraba:
–Bienvenida a Syldavia (1)
Marina escuchó con placer el nombre del local, aquel era el título de una de las canciones preferidas de Damián. Sin dejar de perderse en la mirada de Gabriel, tuvo el pleno conocimiento de que él era la persona que le había enviada, la promesa cumplida.   Ya no sentía miedo de enfrentarse a un nuevo día… el sol ya no derretirá sus alas, en cambio, la luna le mostrará el camino a su nuevo destino.
Fin


(1) Syldavia: título de la canción del grupo musicial La Unión incluida en su primer album Mil siluetas publicado en 1984, en plena movida madrileña. Hace referencia a un país imaginario escenario de las aventuras de Tintín.

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