sábado, 10 de enero de 2015

¡¡No quiero despertar!!


Como cada mañana, a las nueve menos cuarto, me topaba con él en el ascensor que nos llevaba a las plantas donde se encuentran nuestras oficinas. Y cada día era una verdadera tortura para mis sentidos; su simple presencia llenaba aquel reducido habitáculo embriagando cada rincón con su aroma, mientras el sonido de su voz hacía que mis entrañas se licuasen de deseo.

Si por casualidad llegaba antes que él me hacía la remolona mientras lo esperaba;   para así poder disfrutar de esos escasos segundos a su lado, a pesar de ser consciente de que yo era totalmente transparente ante sus ojos.

La noche anterior apenas había podido dormir. Imaginaba sus manos vagando ardientemente por mi cuerpo mientras sus labios devoraban mi boca; así que para no terminar calcinada, me tuve que dar un baño en agua tibia junto a mi juguetito sumergible. No era lo mismo, pero por lo menos relajaba.

A la mañana siguiente todo comenzó mal, la alarma del móvil no sonó porque estaba desactivada. ¿Cómo?, seguramente fue anoche mientras tenía el segundo encuentro tórrido con mi juguetito.

Tras una ducha rápida me vestí a la carrera; falda lápiz color gris y blusa de seda blanca que escondían una lencería de encaje blanco. Para completar el atuendo, unos zapatos de tacón alto negro a juego con el cinturón ancho. Una cosa era correr, pero otra no salir arreglada. ¡Antes muerta que sencilla!

Metí en una bolsita unos panties muy sexys dentro de mi bolso; ya me los pondría tranquilamente en el baño de la oficina. Ahora no podía perder ni un segundo más, me maquillé en tres minutos y salí disparada a  tomar el primer taxi libre.

El hall estaba desértico, faltaba un minuto para las nueve, pero no había nadie esperando en la zona de los ascensores, algo bastante inusual. Un poco nerviosa pulsé el botón de llamada, no me gustaba llegar tarde. Cuando, por fin, la puerta se abrió, solté el aire que había retenido en mis pulmones, entré de prisa y corriendo mientras pulsaba convulsivamente la tecla de mi planta, como si de esa forma el ascensor me fuera a hacer más caso.

 A punto de cerrarse la puerta; una mano varonil lo impidió, forzando a que las puertas se  volviesen a abrir. Preparada para fulminar al intruso que había osado interrumpir mi subida, de repente, ante mis ojos apareció el causante de todos mis sueños húmedos y de mis noches de desvelos. Me sorprendí al notar que su aspecto siempre impecable había desaparecido. Llevaba el pelo aún húmedo y algo revuelto. la corbata sin ajustar, y la camisa algo arrugada… parecía que tampoco le había funcionado su despertador.

Al escuchar su voz grave y algo acelerada en ese simple ¡buenos días!, mis piernas comenzaron a fallarme, «¡Traicioneras!», pensé,  mientras me apoyaba en la pared del ascensor.

 Sin embargo, lo peor fue cuando él se inclinó a pulsar el botón, justo una planta superior a la mía.  Aquel olor a hombre limpio entró en mis fosas nasales intoxicándome, como si se tratase de un potente veneno letal.

Podía sentir su calor, su masculinidad brotando por cada poro de su piel. Y mientras yo me embriaga con su aroma, de repente, el giró su cabeza y me miró con un brillo ladino en sus ojos marrones, a la vez que alargaba su mano derecha y pulsaba la tecla de stop. Toda aquella mole de acero y cables se detuvo de golpe ante su orden.

—Llevo mucho tiempo soñando con este momento—susurró acercándose peligrosamente, podía sentir el calor infernal que desprendía su cuerpo varonil.



Rodeó mi cabeza con sus manos, colocando una a cada lado, cercándome. Cuando intenté hablar sus labios me lo impidieron con un beso duro, sensual, mucho mejor que cualquier que hubiera imaginado en mis fantasías. Estábamos unidos, únicamente, por nuestros labios, nuestras lenguas bailaban una danza desenfrenada; estaba segura que podía correrme solo con aquel beso. Como si me hubiera leído la mente, sus manos sujetaron mi cabeza profundizando más el beso, si eso fuera posible; para luego bajar su mano y quitarme el  bolso, dejándolo caer al suelo.

Cuando sus manos comenzaron a recorrer mi cuerpo por encima de la ropa, sentí mi piel enrojecer, como si hubiera estado tomando el sol sin protección solar. Me agarré a sus hombros para no caerme, momento que el aprovechó para pegar su cuerpo al mío, presionando su dura virilidad contra mi vientre.

Sus manos volaban por mi cuerpo, sus hábiles dedos desabrocharon los primeros botones de mi camisa, dejando al descubierto el atractivo sujetador blanco de encaje; pasó sus pulgares por mis pezones poniéndolos duros al instante, bajó la cabeza y comenzó a chuparlos a través de la tela. Iba de uno a otro, haciéndome gemir de placer, aquello era lo más erótico que me había sucedido en la vida.

Me agarré a su grueso cabello sujetándolo junto a mi pecho, no quería que parase nunca. Sus manos siguieron descendiendo hasta mis caderas y con un movimiento ágil comenzaron a subir mi falda, encajándola en mis caderas. Al tocar mis muslos libres de panties, él gimió dentro de mi boca aprobando que sólo llevase un atractivo tanga. Paseó sus dedos por encima del encaje y mi clítoris dolorido no tardó en responder a su caricia, produciendo una corriente eléctrica por todo el cuerpo.

Sentí la necesidad de tocarlo y sentir su masculinidad; con manos temblorosas desabroché el botón de su pantalón y bajé la cremallera; mis dedos temblaron al tomar su aterciopelada erección, mientras soltaba un ahogado jadeo. De repente, vi el reflejo de algo plateado, era un preservativo. Sin darme opción, retiró mi mano de su miembro erecto y se lo colocó rápidamente.

Me tomó entre sus brazos y con una sonrisa en sus labios hinchados, me invitó a que le rodease con mis piernas, sin pensarlo dos veces, e impulsada por el deseo y la pasión, así lo hice.

Nuestros sexos se tocaban, mis pezones doloridos estaban prisioneros contra su pecho, mis labios palpitantes; nuestras caricias más frenéticas, más audaces… ambos estábamos a punto de explotar en un fulminante clímax cuando…

“PI PI PI PI PI PI PI”

El maldito despertador había interrumpido el mejor de los sueños abrasadores que había tenido en mi vida, dejándome sudorosa, jadeante e insatisfecha.

¡¡¡¡¡¡¡Mierda!!!!!!!

¡¡¡Ahora no!!!


¡¡¡No quiero despertar!!! 

2 comentarios:

  1. Hummmm sigo diciendo lo mismo... ¿qué tendrán los ascensores? Yo acabo con el maldito despertador jajajajajaja

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    1. Los ascensores pueden llegar a ser muy, pero que muy peligrosos...jajajjajja El despertador sale por la ventana, eso no se hace jajajjaja

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