domingo, 14 de abril de 2013

NO SE VIVIR SIN TI... CAPITULO 3


 “LA VIDA CONTINUA”  


Estela también decidió retirarse, además de estar agotada por los últimos acontecimientos,  se había dado cuenta  que su marido quería hablar con su tío sobre la hacienda y los negocios, conversación que no estaba dispuesta a escuchar.
Se despidió de Esteban, éste salía al día siguiente, muy temprano, de vuelta a la hacienda. Le hizo un gesto a Mario con la mano, lanzándole un beso de buenas noches que éste recogió graciosamente y depositó en su mejilla, a la vez que le guiñaba un ojo como muestra de su complicidad. Y es que ambos disfrutaban realmente con sus pequeñas bromas.  Muchas veces, Estela había deseado en silencio que Víctor fuera más parecido a su hermano y no tan serio, tan cerrado que incluso se volvía insoportable estar junto a él. Pero en la intimidad era tan distinto, sonrió pícaramente por ese pensamiento, y es que esos momentos era… eran gloriosos. No pudo remediar depositar un cariñoso beso en los labios de su esposo mientras le susurraba que no se demorase. Víctor la miró mitad sorprendido, mitad irritado, ese tipo de demostraciones en público no eran de su gusto. Estela puso los ojos en blanco reprimiendo soltar una carcajada, se veía tan atractivo enojado,  que le encantaba hacerlo rabiar.
Víctor y Esteban estaban inmersos en su conversación sobre la hacienda, los pedidos, la producción y los plazos de entrega, mientras, en silencio, Mario los observaba sin pronunciar palabra disfrutando de un gran tequila añejo en pequeños sorbos.
―¿Qué te dijo nuestro padre cuando te quedaste a solas con él en el hospital? ―preguntó Víctor inesperadamente.
Mario miró sorprendido a su hermano, no esperaba esa pregunta en ese momento y menos delante de su tío. Sabía su hermano estaba muy dolido de esa conversación en privado que tuvo con su padre, su necesidad de tener todo controlado, de saber todo, le producía inseguridad, pero ahora no era el lugar ni el momento adecuado por lo que decidió decirle parte de esa conversación, por supuesto, no la más importante.
―¡Ah! ―Intentó que su voz sonase despreocupada―. Que te hiciera caso en todo, que fuera un buen alumno tuyo y, sobre todo, que sentase cabeza y formara una familia ―respondió Mario sin dejar de mirar fijamente a su tío al que había visto palidecer al escuchar las palabras de Víctor.
Escuchar que Emiliano había hablado a solas con Mario antes de morir, le hizo ponerse nervioso, temía que le hubiera contado la última discusión que tuvieron por teléfono. Su hermano sospechaba que algo estaba pasando en la tequilera porque los últimos informes eran contrarios, los datos de la cosecha no se ajustaban con los de la producción. Tenía que ser muy cauteloso,  Mario era más perspicaz que Víctor, y menos manejable que su sobrino mayor.
―¡Que iluso de su parte por creer que aún existen los milagros! ―contestó Esteban con ironía.
Víctor no contestó nada, aún estaba muy molesto, y Mario optó por encogerse de hombros y mostrar una sonrisa burlona. Tras unos minutos de charla inocua, se despidieron y cada uno se retiró a sus respectivos dormitorios.
Al entrar en su habitación Mario recordó las palabras de su padre: Hijo, protégelos de cualquier peligro, estaba casi seguro que se refería a su tío Esteban, tendría alerta, pero con discreción para no levantar ninguna sospecha. Intuía que algo estaba tramando, su mirada, fría y calculadora lo denunciaba y él iba a averiguarlo.
Mientras se quitaba su camisa sin prisa, repasó las palabras de su padre sobre Paula: “apóyate en ella, será un buen bastón para ti”, ese comentario revelaba la confianza que había depositado en ella. Ya tumbado en la cama sólo con un pantalón de pijama azul marino de Calvin Klein, continuó sumergido en sus pensamientos, en la última conversación que mantuvo con su padre. Nunca se había inmiscuido en su vida privada, y por eso su petición lo había dejado aturdido y desconcertado…”encuentra una mujer que sea tu complemento, tu cómplice, tu confidente… no te ciegues por la belleza exterior, es mucho más importante el alma de una persona, sus sentimientos”
De repente le vino la imagen de Paula, eran imaginaciones suyas o su padre le estaba hablando de ella, soltó un gemido, se estaba volviendo rematadamente loco pensando esas tonterías. Pero inmediatamente se sintió molesto al recordar cómo le lanzó aquella pregunta, no comprendía que fue lo que lo impulsó a ser tan descortés, dejándola tan desconcertada. Era incomprensible que una mujer joven usase ese tipo ropa, tan sobria y recatada. ¿Por qué?, se preguntaba… cuando las chicas de hoy en día estaban encantadas por mostrar sus encantos. ¿Y esas horrendas lentes que usaba?, hasta un ciego le diría que no las usase… deslucían totalmente su aspecto. Estaba casi seguro que sin ellas se vería hermosa.
―¡Estoy loco de remate! ―Suspiró en voz alta―. Que hago yo pensado en Paula,   para nada es mi tipo, ni quitándose esas gafas aterradoras o mostrando su esplendoroso cabello suelto…―. ¿Qué neurona se te ha fundido, Mario? ―se gritó en voz alta. Tenía que alejar todos esos pensamientos, en estos momentos tenía que dedicar todas sus energías a su familia, a la tequilera, al futuro… a… a… ya no pudo continuar porque su cuerpo se sumergió en un profundo sueño.

Después de la tormenta llega la calma, pensó Paula. Un sol brillante lucía sobre un cielo azul despejado de nubes, y una ligera brisa templada conseguía que llegase en convertirlo en el día perfecto. Paula saludó a Felipe, éste era el conserje donde se encontraban las oficinas de Tequila Vargas. Como todas las mañanas la entregó los periódicos y la acompañó hasta el ascensor.
―Buenos días, señorita Paula. ¿Cómo se encuentra esta mañana?
―Buenos días, ¿qué sucede Felipe? ―preguntó al ver su rostro abatido.
―Aún no me hago a la idea de no volver a ver al señor Emiliano  ―respondió afligido.
―Creo que nos va llevar tiempo reponernos de su pérdida ―comentó tristemente mientras se cerraban las puertas del ascensor y agitaba su mano a modo de despedida.
Siempre llegaba muy pronto a la oficina, le gustaba servirse un café muy cargado mientras ojeaba la prensa, así se mantenía informada de lo que sucedía. Pero también, porque era un hábito que le habían inculcado sus tíos. Todos los fines de semana se reunían los tres en el desayuno mientras leían los periódicos y comentaban los sucesos de actualidad que ocurrían en el mundo. Añoraba aquellas mañanas, esas tertulias interminables. Los echaba tanto de menos, pero ya no podía dar marcha atrás, había decidido regresar a México y de momento no estaba en sus planes volver a Madrid, aún dolían demasiado los recuerdos, las heridas seguían abiertas.
Al entrar en la oficina se sorprendió al escuchar voces que provenían del despacho de Víctor, puso atención para intentar reconocerlas y fue entonces cuando se dio cuenta que eran Víctor y Mario, ambos estaban discutiendo.
―Sé que ha sido decisión de nuestro padre que ambos llevemos la tequilera juntos, pero no es justo… a ti… a ti lo único que se te da bien es montarte en tu tabla de surf o ir de fiesta en fiesta ―lanzaba irritado Víctor a su hermano. No comprendía porque su padre había tomado aquella determinación y eso lo tenía algo desquiciado y alterado.
―Víctor, yo tampoco estoy de acuerdo con… con todo esto. ―Mario hizo un gesto con sus fuertes brazos señalando las oficinas―. Pero nos guste o no, vamos a tener que pasar el próximo año trabajando codo con codo, y por el bien de los dos y de la empresa, creo que es mejor que llevemos la fiesta en paz y que nuestra relación laboral sea lo más amistosa posible, de la personal de momento ni hablamos ―comentó con una ligera sonrisa en los labios—. Pero te prometo solemnemente. —Mario levantó su mano derecha como si fuera a declarar delante de un tribunal—. Que el lunes llegaré pronto como un escolar en su primer día de clase.
—De acuerdo —contestó Víctor con resignación—. Voy a ver como organizo este fin de semana para ubicarnos todos, más tarde hablaré con Paula para que me ayude. Si no tienes ningún inconveniente ocuparé el despacho de papá y a ti… —Lanzó un suspiro de desesperación al ver el rostro de su hermano sonreír, por qué tenía que tomarse todo a la ligera… ¡ufff…! —, bueno, ya veré donde te ubico.
—Donde usted mande, jefe.
—Sin bromas —gruñó Víctor molesto.
Al principio, Paula se preocupó al escuchar sus voces, pero al ver que el tono de su conversación se volvió más distendido terminó por relajarse.
—¡Uy! Pero que contenta te veo esta mañana, será porque ya es viernes, ay no me digas, ¿tienes una cita esta noche con un hombre? —preguntó Rebeca entrando como un torbellino en la oficina.
—Buenos días —contestó Paula algo confusa—. ¡Deja esas estupideces y pongámonos a trabajar!
―¡Negrera!, pero primero un cafetito, ¿te sirvo uno?
―Vale, pero rápido que hay muchas cosas que hacer hoy.
Rebeca se fue a por los cafés al office, protestando como siempre del maltrato laboral y la esclavitud, aquella retahíla logró arrancar una sonrisa a Paula.
En ese mismo instante se abrió la puerta del despacho del señor Emiliano, el primero en salir fue Mario quedándose sorprendido al verla sonreír de aquella forma tan atractiva. Paula se quedó muda al verle parado delante de ella, se veía tan atractivo vestido de ese manera tan informal,  con unos jeans desgastados que se ajustaban a sus musculosas piernas y una camisa color celeste que resaltaba aún más el bronceado de su piel. Víctor salió detrás de él, vestía traje azul marino y  la camisa del mismo color que la de su hermano,  sin corbata,  los dos botones desabrochados dejaban ver su pecho bronceado. Realmente la presencia de esos dos hombres era un regalo para la vista de cualquier mujer, cada uno con su estilo y personalidad propia, con esas miradas color miel que podrían paralizar el pulso de cualquier fémina.
―Buenos días, Paula ―saludó formalmente Víctor al verla―. ¿Puedes pasar más tarde al despacho de mi pa… ―La voz de Víctor se cortó por el recuerdo.
―Por supuesto ―contestó Paula.
Víctor regresó al despacho después de despedirse de su hermano. Mario no había dejado de mirar a Paula, y ésta comenzaba a sentirse incomoda, sintió alivio al escuchar los pasos de Rebeca que se acercaba por el pasillo de vuelta con los cafés.
―¡Paula! ¡Aquí tu esclava llega con dos deliciosos cafés muy cargaditos como a ti te gus… ¡Santo Dios! ¡Gracias! ¡Gracias!, por fin has contestado a mis oraciones. ―Rebeca estaba fascinada con la presencia de Mario.
―Pero amiga mía no me vas a presentar a este bombonazo ―pidió Rebeca a Paula.
Mario comenzó a reír a carcajadas por las palabras de Rebeca, viéndose aún más atractivo si eso fuera posible.
―Por supuesto. Él es el señor Mario Vargas ―enfatizó cada palabra.
Al escuchar el nombre del bombonazo, el rostro de Rebeca pasó por toda la gama de colores, y lo más increíble en ella era que se quedó muda por la sorpresa.
―¿Y tú eres? ―preguntó Mario con una sonrisa cautivadora y encantado con la situación.
―Soy, soy… Rebeca Fernández, ocupo el puesto de recepcionista en la empresa… bu… bueeno en su empresa. Perdone por lo de antes, pero yo no… no sabía…pero estoy…encantada de conocerle y aprovecho pa… para darle el pésame por la pérdida de su padre. ―Estaba tan nerviosa que no podía pronunciar una frase sin tartamudear.
―Gracias, y no tengo nada que perdonarte. Pero por favor llámame Mario, no me gustan los formalismos, además para tu información voy a ser uno más en esta oficina por lo que espero contar con tu ayuda.
―¡Lo que me pidas! ¡Santo Dios!
Mario volvió a reír con las palabras de Rebeca.
―Creo que nos vamos a llevar muy bien. Bueno, me marcho, tengo que tomar un vuelo a San Diego. ¡Chicas, nos vemos el lunes! ―se despidió de ellas con un guiño, ese gesto suyo tan mortal para la especie femenina.
Cuando pasó al lado de Paula no dejó de mirarla fijamente a los ojos sin dejar de sonreír, su leve roce hizo que a Paula se le estremeciese hasta la última fibra de su ser, sintiendo un gran sofoco, el cual intentó apagar de inmediato antes de que Rebeca se diera cuenta de su estado.
―¡Guauuuu! Me acabo de derretir completita. ¡Santo Dios!, mira que el señor Víctor es atractivo, pero… peroooo su hermano es lo que le sigue. Y tú tan tranquila, parece que tienes agua en las venas ―la regañó sin darse cuenta de su pelea interior.
―Deja ya de decir tanta tontería y pongámonos a trabajar ―la reprendió Paula. Se alegraba de que Rebeca no se hubiera dado cuenta de su perturbación ante la presencia de Mario.
―¡Aguafiestas!, ya voy… ¡Santo Dios! Y ahora como me voy a concentrar ―exclamó Rebeca poniendo los ojos en blanco con un gesto divertido en su rostro.
Paula se dirigió al que fue el despacho del señor Emiliano, donde Víctor la esperaba. Al verla entrar le hizo un gesto con la mano para que tomase asiento, estaba hablando por teléfono con su tío Esteban,  su gesto revelaba estar muy contrariado con la conversación.
―Sí, pero no podemos permitirnos perder a ningún cliente en estos momentos, se lo debo a mi padre…  estamos retrasados con las entregas… ok, perfecto… necesito que me envíes un informe detallado… la próxima semana iré a la hacienda… claro que es necesario, yo mismo tengo que hablar con los peones y explicarles que todo va a continuar exactamente igual que antes… sí, sí, te aviso… nos vemos. ―Víctor colgó el teléfono, su cara reflejaba preocupación, realmente estaba asustado, sus clientes eran fieles a su padre y ahora toda la responsabilidad recaía sobre él.
Miró fijamente a Paula que esperaba en silencio frente a él
―Víctor, si estas ocupado… puedo regresar en otro momento.
―Perdona, tengo demasiadas cosas en la cabeza. Estos últimos días han sido demasiado difíciles. ―Su voz comenzó a quebrarse, pero inmediatamente recuperó el control―.  Paula, voy a tener que realizar algunos cambios en la empresa ―soltó sin más preámbulos y sin dejar de mirarla atentamente.
Por unos instantes se quedó muda, sin pronunciar palabra. Tampoco sabía que decir, no esperaba que la despidiesen, adoraba su trabajo, éste había sido su mejor terapia desde que había regresado a México. Fue el principal remedio para curar sus heridas, aunque algunas aún estaban sin cicatrizar a pesar del paso del tiempo.
―La última voluntad de mi padre… ―Las palabras de Víctor cortaron de golpe los pensamientos de Paula―, es que mi hermano y yo compartamos la dirección de la empresa durante el próximo año. Aun no comprendo su decisión, a mi hermano no le gusta estar quieto en un mismo lugar durante mucho tiempo, le gusta vivir sin cargas ni compromisos.
Paula no escuchaba la voz de Víctor, únicamente lo veía gesticular muy alterado. Ella seguía colgada en las últimas palabras de Víctor… la última voluntad de su padre… un año… la empresa… su pulso latía desbocado al ser consciente que los próximos 365 días ambos iban a respirar el mismo aire, pasar tiempo juntos,  sentir su calor cerca de ella. Cómo iba a vivir a partir de ahora, disimulando que su presencia no le afectaba… cómo iba a silenciar a su alma… cómo… pero que estúpida estaba siendo, allí pensando en sus sentimientos por Mario cuando aún no tenía la certeza de continuaría trabajando en la empresa.
Y lo más triste de todo es que era totalmente imposible que Mario se fijase en ella, en esa sombría mujer en la que se había convertido, la misma que ella había creado un año y medio atrás. Su objetivo había sido ser invisible para todos los hombres… pero ahora… ¡que tonterías estaba pensando!, sacudió la cabeza para alejar todos esos absurdos pensamientos.
―¿Paula? ¿Está todo bien? ―preguntó Víctor preocupado al ver la expresión de angustia en su rostro.
―Yo… eh… sí, estoy bien. ―Soltó todo el aire retenido en sus pulmones―. Pero no te preocupes, entiendo que no sea necesario que yo continúe trabajando…
―¡Bobadas!  Perdón si eso te he hecho pensar eso. Todo lo contrario, te necesito más que nunca. ―Eran sus oídos que la engañaban, o la voz de Víctor se escuchaba con un ligero tono de desesperación―. La única que puede hacer que todo esto funcione. ―Víctor abrió los brazos con un gesto de impotencia―. Esa eres tú.  Necesito que te encargues de mi hermano, que lo pongas al corriente del funcionamiento de la empresa, yo no podría hacerlo, puede con mi paciencia. Necesito que tú estés aquí para tener todo controlado, por lo que te suplico que no rechaces tu nuevo puesto de adjunto de dirección.
―Pero… pero yo… yo no… no sé qué decir, me siento agradecida por esta oportunidad…
―Aún no me agradezcas nada, no te haces idea de lo que es estar cerca de mi hermano ―comentó lanzando un gran suspiro.
No, no lo sabía, pero comenzaba a intuirlo. De lo que si estaba segura, era que su tranquilidad durante el próximo año iba a estar en juego, cada día iba a ser como echar un pulso a sus sentimientos.
Víctor prosiguió deteniendo sus alterados pensamientos.
―He estado revisando el correo, tenemos muchas quejas por el retraso de las entregas y eso me tiene muy preocupado, porque ahora más que nunca debemos cumplir con todos nuestros compromisos.
―A tu padre también le preocupaba ese tema, lo escuché discutir con tu tío porque no se estaban respetando los plazos de entrega estipulados.
―Por eso mismo la próxima semana viajo a la hacienda, necesito descubrir cuál es el problema y solucionarlo. ¡Ah! ¿Sabemos algo de Sergio? ¿Cómo le va por Madrid?
―Hablé con él hace un par de días y todo marcha según lo programado.
―Me alegro, por lo menos tenemos una buena noticia.

Mario iba de camino al aeropuerto, había quedado allí con David. Regresaba para recoger sus cosas, no podría traerse todo de golpe, pero reuniría lo más importante.
―¡Padre, en que lío me has metido!  ―soltó en voz alta. Pero tenía que reconocer que se alegraba de quedarse en casa, cerca de su familia. También estaba feliz porque su amigo también se iba a quedar durante una temporada a vivir en México, su tío le había ofrecido un puesto en su empresa y éste había aceptado.
Estaban ya cerrando el vuelo cuando llegó al mostrador de facturación, David lo  esperaba con cara de pocos amigos.
―¿Cuándo cambiarás?, estamos a punto de perder el vuelo y tú llegas tan tranquilo.
―No es mi culpa, ha sido mi hermanito mayor que me ha entretenido con su sermón.
―Vamos que San Diego nos espera ―instó David con una pícara sonrisa, mientras ambos corrían por el pasillo para no perder el vuelo.

El fin de semana transcurrió sin ningún sobresalto para Paula, aún se sentía algo triste después de recibir la llamada de sus tíos. Llevaba casi dos años sin verlos y los necesitaba tanto a su lado. No había hecho amistad con nadie, a excepción de Rebeca y Sergio, pero ellos eran sus compañeros de trabajo, alguna vez había salido a cenar con ellos, pero no había tenido ninguna cita, ningún amigo especial.
Su vida era aburrida, simple y monótona. Pero así era como ella quería que fuese, después de lo sucedido en Madrid, no estaba preparada para que otro hombre se burlase de ella, ¡maldito Daniel!, cuánto daño le había causado y todo por… lo mejor era dejar de pensar en el pasado.
Llenó su tiempo arreglando su piso, le gustaba que todo estuviera ordenado e impecable. Cuando terminó echó un vistazo y sonrió complacida al ver el resultado, era pequeño pero muy acogedor, pero lo más importante era que reflejaba a la verdadera Paula, a esa mujer joven, alegre y moderna de hacia un tiempo y no a la actual Paula, desconfiada y temerosa de mostrar su verdadero yo.

En la mansión de los Vargas, Estela estaba recostada en una de las tumbonas del jardín junto a la piscina, le  encantaba tomar el sol mientras contemplaba a su marido nadar. A Víctor le gustaba cuidarse y estar en forma, por lo que hacía mucho ejercicio, incluso mandó montar un pequeño gimnasio en una de las habitaciones de la casa.
Entrecerró los ojos tras sus gafas Dolce Gabanna de acetato con flores en tonos rosas a juego con su traje de baño, mientras sus labios confirmaban con un divertido mohín que estaba disfrutado ahora mismo con la visión de Víctor saliendo de la piscina. Su duro y atlético cuerpo mojado brillaba al sol, acentuando aún más su atractivo. Al admirar sus fuertes brazos, pensó en lo que disfrutaba al quedarse dormida acurrucada entre ellos; se sentía protegida y segura. Pero últimamente apenas había intimidad entre ambos, no estaban pasando su mejor momento, ella quería tener un hijo, pero Víctor se negaba rotundamente poniendo excusas tontas… que aún era demasiado pronto, que llevaban poco tiempo casados,  pero  ya no quería esperar más,  después de dos años de matrimonio estaba aburrida, no tenía nada que hacer o de quien ocuparse. Lanzó un suspiro de resignación, confiaba que Víctor finalmente cambiase de opinión.
En ese momento llegó María para avisarle que la señorita Virginia había llegado de visita y que la estaba esperando en el salón.
Víctor la miró contrariado, desde que la conoció no le había simpatizado, era demasiado frívola y provocativa, pero nunca se oponía a su presencia, sabía de la amistad que le profesaba su mujer, aunque sospechaba que esta no era recíproca por parte de Virginia.
―María avisa a mi suegra que tenemos visita y por favor ofrécele algo de tomar mientras me cambio.
―Por supuesto señora, ahora mismo aviso a la señora Elena.
Virginia lucía un ceñido vestido color azul turquesa que resaltaba su piel bronceada y el azul de sus ojos. Era salvajemente atractiva y era consciente de ello, le complacía ver como los hombres caían rendidos a  sus pies. Sus padres siempre la regañaban por sus frecuentes y escandalosas salidas, por no estar aún comprometida, pero en lo único que pensaba era en divertirse.
Les ofreció sus condolencias por la pérdida del señor Emiliano y también les ofreció disculpas en nombre de su familia por no haber estado presentes en su funeral, esos días estuvo fuera de la ciudad, acompañando a su padre en un viaje de negocios relacionado con los asuntos del banco que dirigía y del que también era socio. Víctor se acercó un instante a saludarla, ésta al verlo llegar se levantó y le plantó un beso muy cerca de la comisura de los labios, lo que hizo que se pusiera muy tenso, aquellas bromas de niña mimada no iban con él. Al ver que Estela no se había dado cuenta del detalle de su amiga, decidió no hacer ningún comentario al respecto y con la excusa de realizar unas llamadas se retiró al despacho.
―Ay amiga, tu marido siempre está pensando en el trabajo, es tan aburrido. Tiene que ser tan descorazonador tener un marido con ese cuerpo y no poder disfrutarlo más tiempo ―comentó con un tono de lujuria en su voz.
―Mi hijo es muy responsable con su trabajo, pero también está muy enamorado de su mujer con todo su cuerpo y con toda su alma, por supuesto ―respondió Elena con un falso tono inocente.
―¿Y Mario? ¿Llegó a tiempo para el funeral?
―Por supuesto, que te hace pensar lo contrario ―contestó rápidamente Elena contrariada por su exceso de confianza con los temas de su familia. Una cosa era la amistad entre ella y Estela, pero eso no la hacía apta para estar dentro de su círculo de confianza.
―¿Se encuentra en México o se ha regresado otra vez a San Diego? ―Virginia continuó su interrogatorio sin hacer caso a las duras miradas que le lanzaba Elena. Tenía un objetivo, y nada ni nadie iban a impedir que lo llevase a cabo.
―Ha regresado este fin de semana a San Diego para traerse sus cosas, se va a quedar a vivir aquí con nosotros en México durante una larga temporada ―aclaró Estela con una gran sonrisa en los labios, estaba encantada de  tener a su cuñado en casa otra vez.
―Esto es…una magnífica noticia ―respondió Virginia con un brillo muy especial en sus ojos.
Después de tomar un café y media hora de conversación superficial, Virginia se despidió de ambas. Pero no sin antes recordar a Estela que en dos semanas celebraría su cumpleaños, y que no aceptaba un no por respuesta, que los esperaba a ella y Víctor para salir a cenar, ya se pondría en contacto con Mario para invitarlo también. Estela se levantó para acompañarla hasta la puerta mientras que Elena se quedó mirándola pensativamente, se había dado cuenta como había saludado a su hijo, esa no era la forma usual de saludar al marido de su mejor amiga. Decidió no comentar nada con su nuera, parecía que ella no se había dado cuenta y prefería dejarlo pasar y no decir nada al respecto.

Su intuición femenina gritaba que tenía que estar en alerta, pero además, su percepción maternal, ese sentido que toda madre posee, estaba con luz roja de emergencia, esa mujer podría crear muchos problemas a su casa y causar un gran conflicto dentro de su familia, y por supuesto no iba a quedarse de brazos cruzados. 

6 comentarios:

  1. Aqui os dejo la música que me inspiró en poner el título a la novela ...besitosss

    http://www.youtube.com/watch?v=f5U-xQ3L1t0

    ResponderEliminar
  2. wohh esa sonrisa de Mario ese cuerpo de Victor esos pensamientos de Paula y q buena esa mama oleeeeeeeeeeeee me encanta!!!

    ResponderEliminar
  3. Un 10 por Elena esa Virginia no me gusta nadita y Paula que secreto oculta lo que está claro que Mario se la lleva por mucho que ella luche me encantó Pili

    ResponderEliminar
  4. La cosa empieza a enredarse y eso me gusta. Vamos a por el siguiente capitulo

    ResponderEliminar
  5. A Elena la vamos a venerar...y a la zorrasca de Virginia grrrrrrrrrrrrrr

    ResponderEliminar