“LA VIDA CONTINUA”
Estela también
decidió retirarse, además de estar agotada por los últimos acontecimientos, se había dado cuenta que su marido quería hablar con su tío sobre
la hacienda y los negocios, conversación que no estaba dispuesta a escuchar.
Se despidió de Esteban, éste salía al día siguiente, muy temprano, de
vuelta a la hacienda. Le hizo un gesto a Mario con la mano, lanzándole un beso
de buenas noches que éste recogió graciosamente y depositó en su mejilla, a la
vez que le guiñaba un ojo como muestra de su complicidad. Y es que ambos
disfrutaban realmente con sus pequeñas bromas.
Muchas veces, Estela había deseado en silencio que Víctor fuera más
parecido a su hermano y no tan serio, tan cerrado que incluso se volvía
insoportable estar junto a él. Pero en la intimidad era tan distinto, sonrió
pícaramente por ese pensamiento, y es que esos momentos era… eran gloriosos. No pudo remediar
depositar un cariñoso beso en los labios de su esposo mientras le susurraba que
no se demorase. Víctor la miró mitad sorprendido, mitad irritado, ese tipo de
demostraciones en público no eran de su gusto. Estela puso los ojos en blanco
reprimiendo soltar una carcajada, se veía tan atractivo enojado, que le encantaba hacerlo rabiar.
Víctor y Esteban estaban inmersos en su conversación sobre la hacienda,
los pedidos, la producción y los plazos de entrega, mientras, en silencio,
Mario los observaba sin pronunciar palabra disfrutando de un gran tequila añejo
en pequeños sorbos.
―¿Qué te dijo nuestro padre cuando te quedaste a solas con él en el
hospital? ―preguntó Víctor inesperadamente.
Mario miró sorprendido a su hermano, no esperaba esa pregunta en ese
momento y menos delante de su tío. Sabía su hermano estaba muy dolido de esa
conversación en privado que tuvo con su padre, su necesidad de tener todo
controlado, de saber todo, le producía inseguridad, pero ahora no era el lugar
ni el momento adecuado por lo que decidió decirle parte de esa conversación,
por supuesto, no la más importante.
―¡Ah! ―Intentó que su voz sonase despreocupada―. Que te hiciera caso en
todo, que fuera un buen alumno tuyo y, sobre todo, que sentase cabeza y formara
una familia ―respondió Mario sin dejar de mirar fijamente a su tío al que había
visto palidecer al escuchar las palabras de Víctor.
Escuchar que Emiliano había hablado a solas con Mario antes de morir, le
hizo ponerse nervioso, temía que le hubiera contado la última discusión que
tuvieron por teléfono. Su hermano sospechaba que algo estaba pasando en la
tequilera porque los últimos informes eran contrarios, los datos de la cosecha
no se ajustaban con los de la producción. Tenía que ser muy cauteloso, Mario era más perspicaz que Víctor, y menos
manejable que su sobrino mayor.
―¡Que iluso de su parte por creer que aún existen los milagros! ―contestó
Esteban con ironía.
Víctor no contestó nada, aún estaba muy molesto, y Mario optó por
encogerse de hombros y mostrar una sonrisa burlona. Tras unos minutos de charla
inocua, se despidieron y cada uno se retiró a sus respectivos dormitorios.
Al entrar en su habitación Mario recordó las palabras de su padre: Hijo, protégelos de cualquier peligro,
estaba casi seguro que se refería a su tío Esteban, tendría alerta, pero con
discreción para no levantar ninguna sospecha. Intuía que algo estaba tramando,
su mirada, fría y calculadora lo denunciaba y él iba a averiguarlo.
Mientras se quitaba su camisa sin prisa, repasó las palabras de su padre
sobre Paula: “apóyate en ella, será un
buen bastón para ti”, ese comentario revelaba la confianza que había
depositado en ella. Ya tumbado en la cama sólo con un pantalón de pijama azul marino
de Calvin Klein, continuó sumergido en sus pensamientos, en la última
conversación que mantuvo con su padre. Nunca se había inmiscuido en su vida
privada, y por eso su petición lo había dejado aturdido y desconcertado…”encuentra una mujer que sea tu
complemento, tu cómplice, tu confidente… no te ciegues por la belleza exterior,
es mucho más importante el alma de una persona, sus sentimientos”…
De repente le vino la imagen de Paula, eran imaginaciones suyas o su
padre le estaba hablando de ella, soltó un gemido, se estaba volviendo
rematadamente loco pensando esas tonterías. Pero inmediatamente se sintió
molesto al recordar cómo le lanzó aquella pregunta, no comprendía que fue lo
que lo impulsó a ser tan descortés, dejándola tan desconcertada. Era
incomprensible que una mujer joven usase ese tipo ropa, tan sobria y recatada.
¿Por qué?, se preguntaba… cuando las chicas de hoy en día estaban encantadas
por mostrar sus encantos. ¿Y esas horrendas lentes que usaba?, hasta un ciego
le diría que no las usase… deslucían totalmente su aspecto. Estaba casi seguro
que sin ellas se vería hermosa.
―¡Estoy loco de remate! ―Suspiró en voz alta―. Que hago yo pensado en
Paula, para nada es mi tipo, ni quitándose esas gafas
aterradoras o mostrando su esplendoroso cabello suelto…―. ¿Qué neurona se te ha
fundido, Mario? ―se gritó en voz alta. Tenía que alejar todos esos
pensamientos, en estos momentos tenía que dedicar todas sus energías a su
familia, a la tequilera, al futuro… a… a… ya no pudo continuar porque su cuerpo
se sumergió en un profundo sueño.
Después de la tormenta llega la calma, pensó Paula. Un sol brillante
lucía sobre un cielo azul despejado de nubes, y una ligera brisa templada
conseguía que llegase en convertirlo en el día perfecto. Paula saludó a Felipe,
éste era el conserje donde se encontraban las oficinas de Tequila Vargas. Como
todas las mañanas la entregó los periódicos y la acompañó hasta el ascensor.
―Buenos días, señorita Paula. ¿Cómo se encuentra esta mañana?
―Buenos días, ¿qué sucede Felipe? ―preguntó al ver su rostro abatido.
―Aún no me hago a la idea de no volver a ver al señor Emiliano ―respondió afligido.
―Creo que nos va llevar tiempo reponernos de su pérdida ―comentó tristemente
mientras se cerraban las puertas del ascensor y agitaba su mano a modo de
despedida.
Siempre llegaba muy pronto a la oficina, le gustaba servirse un café muy
cargado mientras ojeaba la prensa, así se mantenía informada de lo que sucedía.
Pero también, porque era un hábito que le habían inculcado sus tíos. Todos los
fines de semana se reunían los tres en el desayuno mientras leían los
periódicos y comentaban los sucesos de actualidad que ocurrían en el mundo. Añoraba
aquellas mañanas, esas tertulias interminables. Los echaba tanto de menos, pero
ya no podía dar marcha atrás, había decidido regresar a México y de momento no
estaba en sus planes volver a Madrid, aún dolían demasiado los recuerdos, las
heridas seguían abiertas.
Al entrar en la oficina se sorprendió al escuchar voces que provenían del
despacho de Víctor, puso atención para intentar reconocerlas y fue entonces
cuando se dio cuenta que eran Víctor y Mario, ambos estaban discutiendo.
―Sé que ha sido decisión de nuestro padre que ambos llevemos la tequilera
juntos, pero no es justo… a ti… a ti lo único que se te da bien es montarte en
tu tabla de surf o ir de fiesta en fiesta ―lanzaba irritado Víctor a su
hermano. No comprendía porque su padre había tomado aquella determinación y eso
lo tenía algo desquiciado y alterado.
―Víctor, yo tampoco estoy de acuerdo con… con todo esto. ―Mario hizo un
gesto con sus fuertes brazos señalando las oficinas―. Pero nos guste o no,
vamos a tener que pasar el próximo año trabajando codo con codo, y por el bien
de los dos y de la empresa, creo que es mejor que llevemos la fiesta en paz y
que nuestra relación laboral sea lo más amistosa posible, de la personal de momento
ni hablamos ―comentó con una ligera sonrisa en los labios—. Pero te prometo
solemnemente. —Mario levantó su mano derecha como si fuera a declarar delante
de un tribunal—. Que el lunes llegaré pronto como un escolar en su primer día
de clase.
—De acuerdo —contestó Víctor con resignación—. Voy a ver como organizo
este fin de semana para ubicarnos todos, más tarde hablaré con Paula para que
me ayude. Si no tienes ningún inconveniente ocuparé el despacho de papá y a ti…
—Lanzó un suspiro de desesperación al ver el rostro de su hermano sonreír, por
qué tenía que tomarse todo a la ligera… ¡ufff…! —, bueno, ya veré donde te
ubico.
—Donde usted mande, jefe.
—Sin bromas —gruñó Víctor molesto.
Al principio, Paula se preocupó al escuchar sus voces, pero al ver que el
tono de su conversación se volvió más distendido terminó por relajarse.
—¡Uy! Pero que contenta te veo esta mañana, será porque ya es viernes, ay
no me digas, ¿tienes una cita esta noche con un hombre? —preguntó Rebeca
entrando como un torbellino en la oficina.
—Buenos días —contestó Paula algo confusa—. ¡Deja esas estupideces y
pongámonos a trabajar!
―¡Negrera!, pero primero un cafetito, ¿te sirvo uno?
―Vale, pero rápido que hay muchas cosas que hacer hoy.
Rebeca se fue a por los cafés al office,
protestando como siempre del maltrato laboral y la esclavitud, aquella retahíla
logró arrancar una sonrisa a Paula.
En ese mismo instante se abrió la puerta del despacho del señor Emiliano,
el primero en salir fue Mario quedándose sorprendido al verla sonreír de
aquella forma tan atractiva. Paula se quedó muda al verle parado delante de
ella, se veía tan atractivo vestido de ese manera tan informal, con unos jeans
desgastados que se ajustaban a sus musculosas piernas y una camisa color
celeste que resaltaba aún más el bronceado de su piel. Víctor salió detrás de él,
vestía traje azul marino y la camisa del
mismo color que la de su hermano, sin
corbata, los dos botones desabrochados
dejaban ver su pecho bronceado. Realmente la presencia de esos dos hombres era
un regalo para la vista de cualquier mujer, cada uno con su estilo y
personalidad propia, con esas miradas color miel que podrían paralizar el pulso
de cualquier fémina.
―Buenos días, Paula ―saludó formalmente Víctor al verla―. ¿Puedes pasar
más tarde al despacho de mi pa… ―La voz de Víctor se cortó por el recuerdo.
―Por supuesto ―contestó Paula.
Víctor regresó al despacho después de despedirse de su hermano. Mario no
había dejado de mirar a Paula, y ésta comenzaba a sentirse incomoda, sintió
alivio al escuchar los pasos de Rebeca que se acercaba por el pasillo de vuelta
con los cafés.
―¡Paula! ¡Aquí tu esclava llega con dos deliciosos cafés muy cargaditos
como a ti te gus… ¡Santo Dios! ¡Gracias! ¡Gracias!, por fin has contestado a
mis oraciones. ―Rebeca estaba fascinada con la presencia de Mario.
―Pero amiga mía no me vas a presentar a este bombonazo ―pidió Rebeca a Paula.
Mario comenzó a reír a carcajadas por las palabras de Rebeca, viéndose
aún más atractivo si eso fuera posible.
―Por supuesto. Él es el señor Mario Vargas ―enfatizó cada
palabra.
Al escuchar el nombre del bombonazo,
el rostro de Rebeca pasó por toda la gama de colores, y lo más increíble en
ella era que se quedó muda por la sorpresa.
―¿Y tú eres? ―preguntó Mario con una sonrisa cautivadora y encantado con
la situación.
―Soy, soy… Rebeca Fernández, ocupo el puesto de recepcionista en la
empresa… bu… bueeno en su empresa. Perdone por lo de antes, pero yo no… no
sabía…pero estoy…encantada de conocerle y aprovecho pa… para darle el pésame
por la pérdida de su padre. ―Estaba tan nerviosa que no podía pronunciar una
frase sin tartamudear.
―Gracias, y no tengo nada que perdonarte. Pero por favor llámame Mario,
no me gustan los formalismos, además para tu información voy a ser uno más en
esta oficina por lo que espero contar con tu ayuda.
―¡Lo que me pidas! ¡Santo Dios!
Mario volvió a reír con las palabras de Rebeca.
―Creo que nos vamos a llevar muy bien. Bueno, me marcho, tengo que tomar
un vuelo a San Diego. ¡Chicas, nos vemos el lunes! ―se despidió de ellas con un
guiño, ese gesto suyo tan mortal para la especie femenina.
Cuando pasó al lado de Paula no dejó de mirarla fijamente a los ojos sin
dejar de sonreír, su leve roce hizo que a Paula se le estremeciese hasta la
última fibra de su ser, sintiendo un gran sofoco, el cual intentó apagar de
inmediato antes de que Rebeca se diera cuenta de su estado.
―¡Guauuuu! Me acabo de derretir completita. ¡Santo Dios!, mira que el
señor Víctor es atractivo, pero… peroooo su hermano es lo que le sigue. Y tú
tan tranquila, parece que tienes agua en las venas ―la regañó sin darse cuenta
de su pelea interior.
―Deja ya de decir tanta tontería y pongámonos a trabajar ―la reprendió
Paula. Se alegraba de que Rebeca no se hubiera dado cuenta de su perturbación
ante la presencia de Mario.
―¡Aguafiestas!, ya voy… ¡Santo Dios! Y ahora como me voy a concentrar ―exclamó
Rebeca poniendo los ojos en blanco con un gesto divertido en su rostro.
Paula se dirigió al que fue el despacho del señor Emiliano, donde Víctor
la esperaba. Al verla entrar le hizo un gesto con la mano para que tomase
asiento, estaba hablando por teléfono con su tío Esteban, su gesto revelaba estar muy contrariado con la
conversación.
―Sí, pero no podemos permitirnos perder a ningún cliente en estos momentos,
se lo debo a mi padre… estamos retrasados
con las entregas… ok, perfecto… necesito que me envíes un informe
detallado… la próxima semana iré a la hacienda… claro que es necesario, yo
mismo tengo que hablar con los peones y explicarles que todo va a continuar
exactamente igual que antes… sí, sí, te aviso… nos vemos. ―Víctor colgó el
teléfono, su cara reflejaba preocupación, realmente estaba asustado, sus
clientes eran fieles a su padre y ahora toda la responsabilidad recaía sobre
él.
Miró fijamente a Paula que esperaba en silencio frente a él
―Víctor, si estas ocupado… puedo regresar en otro momento.
―Perdona, tengo demasiadas cosas en la cabeza. Estos últimos días han
sido demasiado difíciles. ―Su voz comenzó a quebrarse, pero inmediatamente
recuperó el control―. Paula, voy a tener
que realizar algunos cambios en la empresa ―soltó sin más preámbulos y sin
dejar de mirarla atentamente.
Por unos instantes se quedó muda, sin pronunciar palabra. Tampoco sabía
que decir, no esperaba que la despidiesen, adoraba su trabajo, éste había sido
su mejor terapia desde que había regresado a México. Fue el principal remedio
para curar sus heridas, aunque algunas aún estaban sin cicatrizar a pesar del
paso del tiempo.
―La última voluntad de mi padre… ―Las palabras de Víctor cortaron de
golpe los pensamientos de Paula―, es que mi hermano y yo compartamos la
dirección de la empresa durante el próximo año. Aun no comprendo su decisión, a
mi hermano no le gusta estar quieto en un mismo lugar durante mucho tiempo, le
gusta vivir sin cargas ni compromisos.
Paula no escuchaba la voz de Víctor, únicamente lo veía gesticular muy
alterado. Ella seguía colgada en las últimas palabras de Víctor… la última
voluntad de su padre… un año… la empresa… su pulso latía desbocado al ser
consciente que los próximos 365 días ambos iban a respirar el mismo aire, pasar
tiempo juntos, sentir su calor cerca de
ella. Cómo iba a vivir a partir de ahora, disimulando que su presencia no le
afectaba… cómo iba a silenciar a su alma… cómo… pero que estúpida estaba
siendo, allí pensando en sus sentimientos por Mario cuando aún no tenía la
certeza de continuaría trabajando en la empresa.
Y lo más triste de todo es que era totalmente imposible que Mario se
fijase en ella, en esa sombría mujer en la que se había convertido, la misma que
ella había creado un año y medio atrás. Su objetivo había sido ser invisible
para todos los hombres… pero ahora… ¡que tonterías estaba pensando!, sacudió la
cabeza para alejar todos esos absurdos pensamientos.
―¿Paula? ¿Está todo bien? ―preguntó Víctor preocupado al ver la expresión
de angustia en su rostro.
―Yo… eh… sí, estoy bien. ―Soltó todo el aire retenido en sus pulmones―. Pero
no te preocupes, entiendo que no sea necesario que yo continúe trabajando…
―¡Bobadas! Perdón si eso te he
hecho pensar eso. Todo lo contrario, te necesito más que nunca. ―Eran sus oídos
que la engañaban, o la voz de Víctor se escuchaba con un ligero tono de
desesperación―. La única que puede hacer que todo esto funcione. ―Víctor abrió
los brazos con un gesto de impotencia―. Esa eres tú. Necesito que te encargues de mi hermano, que
lo pongas al corriente del funcionamiento de la empresa, yo no podría hacerlo,
puede con mi paciencia. Necesito que tú estés aquí para tener todo controlado,
por lo que te suplico que no rechaces tu nuevo puesto de adjunto de dirección.
―Pero… pero yo… yo no… no sé qué decir, me siento agradecida por esta
oportunidad…
―Aún no me agradezcas nada, no te haces idea de lo que es estar cerca de
mi hermano ―comentó lanzando un gran suspiro.
No, no lo sabía, pero comenzaba a intuirlo. De lo que si estaba segura,
era que su tranquilidad durante el próximo año iba a estar en juego, cada día
iba a ser como echar un pulso a sus sentimientos.
Víctor prosiguió deteniendo sus alterados pensamientos.
―He estado revisando el correo, tenemos muchas quejas por el retraso de
las entregas y eso me tiene muy preocupado, porque ahora más que nunca debemos
cumplir con todos nuestros compromisos.
―A tu padre también le preocupaba ese tema, lo escuché discutir con tu
tío porque no se estaban respetando los plazos de entrega estipulados.
―Por eso mismo la próxima semana viajo a la hacienda, necesito descubrir
cuál es el problema y solucionarlo. ¡Ah! ¿Sabemos algo de Sergio? ¿Cómo le va
por Madrid?
―Hablé con él hace un par de días y todo marcha según lo programado.
―Me alegro, por lo menos tenemos una buena noticia.
Mario iba de camino
al aeropuerto, había quedado allí con David. Regresaba para recoger sus cosas,
no podría traerse todo de golpe, pero reuniría lo más importante.
―¡Padre, en que lío me has metido! ―soltó en voz alta. Pero tenía que reconocer
que se alegraba de quedarse en casa, cerca de su familia. También estaba feliz
porque su amigo también se iba a quedar durante una temporada a vivir en
México, su tío le había ofrecido un puesto en su empresa y éste había aceptado.
Estaban ya cerrando el vuelo cuando llegó al mostrador de facturación,
David lo esperaba con cara de pocos
amigos.
―¿Cuándo cambiarás?, estamos a punto de perder el vuelo y tú llegas tan
tranquilo.
―No es mi culpa, ha sido mi
hermanito mayor que me ha entretenido con su sermón.
―Vamos que San Diego nos espera ―instó David con una pícara sonrisa,
mientras ambos corrían por el pasillo para no perder el vuelo.
El fin de semana
transcurrió sin ningún sobresalto para Paula, aún se sentía algo triste después
de recibir la llamada de sus tíos. Llevaba casi dos años sin verlos y los
necesitaba tanto a su lado. No había hecho amistad con nadie, a excepción de
Rebeca y Sergio, pero ellos eran sus compañeros de trabajo, alguna vez había
salido a cenar con ellos, pero no había tenido ninguna cita, ningún amigo
especial.
Su vida era aburrida, simple y monótona. Pero así era como ella quería
que fuese, después de lo sucedido en Madrid, no estaba preparada para que otro
hombre se burlase de ella, ¡maldito Daniel!, cuánto daño le había causado y
todo por… lo mejor era dejar de pensar en el pasado.
Llenó su tiempo arreglando su piso, le gustaba que todo estuviera
ordenado e impecable. Cuando terminó echó un vistazo y sonrió complacida al ver
el resultado, era pequeño pero muy acogedor, pero lo más importante era que
reflejaba a la verdadera Paula, a esa mujer joven, alegre y moderna de hacia
un tiempo y no a la actual Paula, desconfiada y temerosa de mostrar
su verdadero yo.
En la mansión de
los Vargas, Estela estaba recostada en una de las tumbonas del jardín junto a
la piscina, le encantaba tomar el sol
mientras contemplaba a su marido nadar. A Víctor le gustaba cuidarse y estar en
forma, por lo que hacía mucho ejercicio, incluso mandó montar un pequeño
gimnasio en una de las habitaciones de la casa.
Entrecerró los ojos tras sus gafas Dolce
Gabanna de acetato con flores en tonos rosas a juego con su traje de baño,
mientras sus labios confirmaban con un divertido mohín que estaba disfrutado
ahora mismo con la visión de Víctor saliendo de la piscina. Su duro y atlético
cuerpo mojado brillaba al sol, acentuando aún más su atractivo. Al admirar sus
fuertes brazos, pensó en lo que disfrutaba al quedarse dormida acurrucada entre
ellos; se sentía protegida y segura. Pero últimamente apenas había intimidad
entre ambos, no estaban pasando su mejor momento, ella quería tener un hijo,
pero Víctor se negaba rotundamente poniendo excusas tontas… que aún era
demasiado pronto, que llevaban poco tiempo casados, pero ya no quería esperar más, después de dos años de matrimonio estaba
aburrida, no tenía nada que hacer o de quien ocuparse. Lanzó un suspiro de
resignación, confiaba que Víctor finalmente cambiase de opinión.
En ese momento llegó María para avisarle que la señorita Virginia había
llegado de visita y que la estaba esperando en el salón.
Víctor la miró contrariado, desde que la conoció no le había simpatizado,
era demasiado frívola y provocativa, pero nunca se oponía a su presencia, sabía
de la amistad que le profesaba su mujer, aunque sospechaba que esta no era
recíproca por parte de Virginia.
―María avisa a mi suegra que tenemos visita y por favor ofrécele algo de
tomar mientras me cambio.
―Por supuesto señora, ahora mismo aviso a la señora Elena.
Virginia lucía un ceñido vestido color azul turquesa que resaltaba su
piel bronceada y el azul de sus ojos. Era salvajemente atractiva y era
consciente de ello, le complacía ver como los hombres caían rendidos a sus pies. Sus padres siempre la regañaban por
sus frecuentes y escandalosas salidas, por no estar aún comprometida, pero en lo
único que pensaba era en divertirse.
Les ofreció sus condolencias por la pérdida del señor Emiliano y también
les ofreció disculpas en nombre de su familia por no haber estado presentes en
su funeral, esos días estuvo fuera de la ciudad, acompañando a su padre en un
viaje de negocios relacionado con los asuntos del banco que dirigía y del que
también era socio. Víctor se acercó un instante a saludarla, ésta al verlo
llegar se levantó y le plantó un beso muy cerca de la comisura de los labios,
lo que hizo que se pusiera muy tenso, aquellas bromas de niña mimada no iban
con él. Al ver que Estela no se había dado cuenta del detalle de su amiga,
decidió no hacer ningún comentario al respecto y con la excusa de realizar unas
llamadas se retiró al despacho.
―Ay amiga, tu marido siempre está pensando en el trabajo, es tan
aburrido. Tiene que ser tan descorazonador tener un marido con ese cuerpo y no
poder disfrutarlo más tiempo ―comentó con un tono de lujuria en su voz.
―Mi hijo es muy responsable con su trabajo, pero también está muy
enamorado de su mujer con todo su cuerpo
y con toda su alma, por supuesto ―respondió Elena con un falso tono inocente.
―¿Y Mario? ¿Llegó a tiempo para el funeral?
―Por supuesto, que te hace pensar lo contrario ―contestó rápidamente
Elena contrariada por su exceso de confianza con los temas de su familia. Una
cosa era la amistad entre ella y Estela, pero eso no la hacía apta para estar
dentro de su círculo de confianza.
―¿Se encuentra en México o se ha regresado otra vez a San Diego? ―Virginia
continuó su interrogatorio sin hacer caso a las duras miradas que le lanzaba
Elena. Tenía un objetivo, y nada ni nadie iban a impedir que lo llevase a cabo.
―Ha regresado este fin de semana a San Diego para traerse sus cosas, se
va a quedar a vivir aquí con nosotros en México durante una larga temporada ―aclaró
Estela con una gran sonrisa en los labios, estaba encantada de tener a su cuñado en casa otra vez.
―Esto es…una magnífica noticia ―respondió Virginia con un brillo muy
especial en sus ojos.
Después de tomar un café y media hora de conversación superficial,
Virginia se despidió de ambas. Pero no sin antes recordar a Estela que en dos semanas
celebraría su cumpleaños, y que no aceptaba un no por respuesta, que los
esperaba a ella y Víctor para salir a cenar, ya se pondría en contacto con
Mario para invitarlo también. Estela se levantó para acompañarla hasta la
puerta mientras que Elena se quedó mirándola pensativamente, se había dado
cuenta como había saludado a su hijo, esa no era la forma usual de saludar al
marido de su mejor amiga. Decidió no comentar nada con su nuera, parecía que
ella no se había dado cuenta y prefería dejarlo pasar y no decir nada al
respecto.
Su intuición femenina gritaba que tenía que estar en alerta, pero además,
su percepción maternal, ese sentido que toda madre posee, estaba con luz roja
de emergencia, esa mujer podría crear muchos problemas a su casa y causar un
gran conflicto dentro de su familia, y por supuesto no iba a quedarse de brazos
cruzados.
Yuuupiiiiii que bueno!!
ResponderEliminarAqui os dejo la música que me inspiró en poner el título a la novela ...besitosss
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=f5U-xQ3L1t0
wohh esa sonrisa de Mario ese cuerpo de Victor esos pensamientos de Paula y q buena esa mama oleeeeeeeeeeeee me encanta!!!
ResponderEliminarUn 10 por Elena esa Virginia no me gusta nadita y Paula que secreto oculta lo que está claro que Mario se la lleva por mucho que ella luche me encantó Pili
ResponderEliminarLa cosa empieza a enredarse y eso me gusta. Vamos a por el siguiente capitulo
ResponderEliminarA Elena la vamos a venerar...y a la zorrasca de Virginia grrrrrrrrrrrrrr
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